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GAARDER, Jostein

Dejando al margen El mundo de Sofía [1], desde un punto de vista formal tal vez sea este el relato más logrado de los que ha escrito Gaarder para gente joven. Eso se debe a que aquí no recurre a extraterrestres, o angelitos de cuento, o a irrupciones de lo fantástico para colar las reflexiones que vienen al caso. Su prosa es clara como siempre, pero esta vez la trama es más firme y es el mismo hilo argumental el que impone unos acentos didácticos que resultan aceptables e incluso simpáticos. Tiene magníficas páginas acerca del sentimiento de asombro maravillado ante la naturaleza y, sobre todo, transmite bien las vibraciones que siente un chico cuando se queda encandilado ante una chica por primera vez.

Además, y contrariamente a otras obras suyas, Gaarder maneja con contención la componente sexual del amor entre los padres de Georg y entre la madre de Georg y su actual padrastro, eso sí, con el naturalismo característico de su sociedad de origen y de los tiempos actuales. En este sentido, y aunque sea mejor que la mayoría, la novela de Gaarder se une a las historias juveniles de hoy que dan por bueno el modelo hollywoodiense de las relaciones amorosas entre jóvenes, y que siempre se ponen del lado de las apetencias de sus lectores potenciales. Y, como también es común en tanta literatura infantil y juvenil, y particularmente la nórdica, el lector deberá dar por bueno que un chico de quince años sea un narrador tan pulcro y claro, y que sea capaz de analizar a toda su familia como un psicólogo profesional y una especie de afecto distanciado.

En otro plano, y aún teniendo en cuenta que la propuesta vital del autor tiene aspectos positivos, es decepcionante que no haga un análisis más profundo y que no dé una mejor dirección al carpe diem que ha llegado a ser un lugar común en tantos relatos juveniles. Afrontar cuestiones serias con ingenio dialéctico y optimismo voluntarista tipo «esto es lo que hay y disfrútalo cuanto puedas», proporcionará elogios y ventas, pero es muy inconsistente, aparte de las consecuencias que tiene.

El límite de lo improbable

En cuanto a la posición de Gaarder sobre Dios, en esta novela parece verse una diferencia respecto a sus primeros libros. En ¿Hay alguien ahí? (Hallo? Er det noen her?, 1996), el listísimo extraterrestre Mika responde a ciertas inquietudes de Joakim, que le ha preguntado si hay Dios: «Un planeta gira en una órbita alrededor del sol debido a la gravedad. Y la luna levanta el mar, de manera que hay marea baja y marea alta. […] ¿No crees que también ha habido una fuerza que nos ha sacado del mar y nos ha dado ojos con los que poder mirar y ver y una cabeza con la que poder pensar?». Joakim comenta: «Yo no supe qué decir, así que me limité a encogerme de hombros». Y Mika replica: «Me pregunto si a los que no creen eso les falta un sentido importante». Siendo un tanto elusivo, como acostumbra el autor, era un reconocimiento de que, sin duda, hay alguien ahí.

En La joven de las naranjas, el padre de Georg, aunque afirma con rotundidad que «si el mundo existe, es que ya se ha sobrepasado el límite de lo improbable», en otro momento dice que «no creo que exista ningún otro lado. Estoy casi seguro. Todo lo que hay sólo dura hasta que se acaba». Y Georg, después de leer la carta de su padre y de reflexionar por su cuenta, piensa que «tal vez también haya alguien llamado el Bueno», que «quién sabe si no hay un Dios por encima de todo». Y, más adelante, se nos da una definición de la esperanza como «soñar con algo improbable», casi en línea con el mundo Disney. Pero, si no estoy confundido, cualquier esperanza se apoya en una fe y cualquier fe siempre pide que demos pasos en el aire. Ahora bien, existen fes voluntaristas, basadas en optimistas «porque-sís» o en pesimistas «porque-nos», y existen fes razonadas cuyos fundamentos pueden ser más sólidos. Puedo creer o no creer en la otra vida porque a mí me lo parece, o puedo creer en ella, además de que a mí me lo parezca o no, porque lo ha dicho alguien, Jesucristo, Mahoma, o quien sea. Y según la fiabilidad de mis razonamientos y, más aún, de aquél en quien me apoye, así de sólida será la esperanza.