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FINE, Anne

Fine, una especialista en novelas de conflictos familiares, conecta con los chicos por sus innegables cualidades como narradora y por su hábil manejo de un continuo sentido del humor de lo cotidiano que puede arrancar la carcajada: véanse los comentarios tontos de colegio que aparecen en Un toque especial. Además, sus protagonistas jóvenes están bien dibujados psicológicamente, son chicos o chicas inteligentes y peleones, pero sensatos para reconducir las situaciones en las que viven hacia una nueva normalidad. En algunas novelas suyas que tratan acerca de rupturas familiares, estas se intentan desdramatizar y transformar el sufrimiento de padres y de chicos en una divertida comedia. No es así, sin embargo, en las dos novelas mencionadas.

En El Proyecto Abuelita, Fine resuelve bien la implicación de toda la familia en la atención de la abuela, y hace notar cómo, en algunos casos de seria enfermedad, puede ser conveniente el recurso que plantean los padres y al que se niegan los chicos. Y si en otras novelas la autora quiere hacer comprender a los chicos las debilidades y el comportamiento de sus padres, y convertirlos en tolerantes observadores de los adultos que llegarán a ser ellos mismos, no es así en Un toque especial, que tiene un enfoque realista y nada complaciente: la situación de Tulip no se resolverá, su amiga no sabrá que hacer y los adultos tampoco.

Un proyecto de vida

Compaginar nobles ideales con lo que dictan los sentimientos es el combate que se da en el interior de Ivan, un chico listo, tenaz y tozudo al que su familia le pronostica un futuro temible como «revolucionario», si no logran encauzar bien sus energías. Su padre le indicará que «si realmente quieres cambiar las cosas, intenta mejorarlas un poco, busca un fin». Mediante los choques con la inteligente y sensible Sophie, Ivan aprende a no despreciar los sentimientos y medita en el modo de ver la vida que tiene su hermana, que «dice que la revolución está bien para los pájaros. Dice que lo que realmente cuenta es la planificación familiar, las vacunas y los albergues para gentes sin hogar. Dice que si al repasar lo que has hecho al cabo del día no eres capaz de encontrar a nadie que haya mejorado gracias a lo que tú hiciste en esas ocho horas, más vale que te olvides de todo lo demás».

Finalmente, Ivan decide ser enlace sindical: dedicar su vida a un trabajo de «resolver problemas» de la gente. Se lo cuenta a su hermana Sophie. Y ella le pregunta:

«—Ivan, ¿tú crees que la vida tiene algún sentido?

—La verdad es que no.

—Pero ya has decidido lo que vas a hacer.

—No es ningún sentido. Simplemente pensé que debía esforzarme por mejorar las cosas un poco.

—Eso es un sentido.

—Puede que sí.

—Entonces tú ya has encontrado uno.

—Supongo que sí.

—Una especie de Proyecto de Vida».

Que unos chicos tan inteligentes y que tanto valoran los sentimientos, se conformen con un Proyecto de Vida que, al menos en principio, parece corto de miras, me parece que rebaja el alcance de la destreza narrativa de Fine. Si la vida no tiene sentido, ¿qué sentido tiene cualquier cosa?

El toque Tulip

El toque Tulip es la capacidad para mentir de modo verosímil y hacer, así, que la vida cotidiana esté llena de diversión…, al principio. Natalie descubre que las frases que Tulip pronuncia en los juegos, como «¡Te voy a quitar la piel como un plátano!», «¡Ponme mala cara y te aplasto!», tienen un origen horrible. En una discusión entre los padres de Natalie la madre sostiene que Tulip es mala por naturaleza. Nadie nace malo, dice su padre. Pues yo no sé explicar algo tan horrible, dice su madre. Para distinguir el bien y el mal se necesita cierta educación emocional, y eso sólo se aprende si te tratan adecuadamente, dice su padre. Tulip no es estúpida, conoce las reglas, dice su madre. Y dice su padre:

«¿Por qué va a pensar que las reglas importan? Su padre es vengativo y obstinado, y a veces a ella le debe dar la impresión de que, haga lo que haga, siempre la castiga. Por tanto, ¿por qué debería preocuparse por las reglas? […] Si te hubiesen criado como si tus sentimientos no importasen, probablemente supondrías que los sentimientos de los demás tampoco importan, ¿no?»

Otro libro: Diario de un gato asesino. [1]