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RICE, Ben

En su primera y corta novela, el autor ha escrito una historia que al lector le suena diferente a lo que ha leído antes, un gran mérito para empezar. Esto quizá primariamente se debe al entorno tan especial: «Un sitio lleno de agujeros, criminales y locos», según la madre de Ashmol y Kellyane, donde todos están obsesionados con la extracción de ópalos y donde robar es casi peor que matar. Otro motivo es el tono del narrador, irónico y exasperado, áspero y tierno, que le da una voz muy convincente a pesar de, o también debido a, según se mire, un uso de los tacos casi siempre ajustado. Con esos acentos y un paso narrativo perfecto, el autor no sólo enciende la curiosidad del lector sino que le hace seguir el mismo itinerario mental de Ashmol, desde la incredulidad inicial hacia Pobby y Dingan, al primer escalón del fingimiento de hacer como si existiesen para curar a su hermana, al segundo escalón de obedecer a su hermana e intentar la búsqueda personalmente allí donde le dice…

En otro nivel, puede que otra razón del éxito que ha tenido esta novela tenga que ver con el modo, que podríamos llamar light, de abordar cuestiones tales como la influencia real de seres que no vemos o la necesidad que todos los hombres tienen de creer en algo… Pero es necesario hacer la importante salvedad de que la historia no tiene nada que ver con esos relatos tan frecuentes hoy que hablan de presencias sobrenaturales que no se sabe bien qué son. Pobby y Dingan es justamente sólo lo que dice ser: un relato bien contado sin pretensiones extrañas, donde los protagonistas se comportan siempre con naturalidad. Véase, por ejemplo, el modo de rezar de Ashmol: «Me asomé a la ventana de mi cuarto y recé una especie de oración. Dije algo parecido a esto: “Por favor, que la gente busque a Pobby y Dingan”. Y junté las manos. Cuando acabé aquél rezo, me di cuenta de que no le había puesto dirección, y entonces murmuré: “P.D. Esta oración es para Dios o para cualquier ser poderoso que pueda oírme”».