Ilustraciones detallistas sin líneas perfiladas, que reproducen también los cuadros en los que Carlota se mete. Dentro de los álbumes que intentan facilitar el acercamiento a grandes obras pictóricas, los protagonizados por Carlota, además de sus cualidades gráficas, tienen la gran virtud de que son sencillos: se centran en muy pocos cuadros, no dan muchas explicaciones en el texto y atrapan el interés con las mini-aventuras que Carlota vive con los distintos personajes. En definitiva, cumplen exactamente su función de anunciar y sugerir el vértigo que puede causar una obra de arte, y, a la vez, pican la curiosidad de acudir a un museo pues avivan el interés por las vidas que se ocultan en lo pintado en otras épocas. Brevísimos apéndices dan algunos datos sobre los cuadros que Carlota ve, y ofrece consejos útiles para saber ver pintura con ojos despiertos.
Hay otros álbumes posteriores que usan la misma fórmula. En relación a ellos se puede apuntar cómo Carlota y los dinosaurios, una visita esta vez al museo de Historia natural, resulta inferior a los títulos indicados quizá porque un álbum ilustrado concebido pictóricamente no es el mejor cauce para determinados conocimientos.