- Bienvenidos a la fiesta - https://bienvenidosalafiesta.com -

WOUK, Herman

Wouk escribe de forma fácil. Las andanzas de Herbie se relatan con agudeza, sentido del humor y con pinceladas psicológicas certeras. Así, cuando señala la multitud de juegos en la calle que «los muchachos del Bronx habían ideado a base de dos elementos: un pavimento duro y plano y una pelota de goma. Herbie conocía las reglas y trucos de más de veinte juegos. Los esfuerzos de memoria que le había costado aprenderlos, de haber sido aplicados a su trabajo escolar, habrían hecho del muchacho la maravilla del sistema educativo de Nueva York. Pero esto era imposible, naturalmente. Los juegos callejeros constituían la base de su vida y requerían atención especial. En cambio, el trabajo en la escuela era la pena que correspondía al delito de ser muchacho».

Herbie no llega al modelo «Tom Sawyer del Bronx» con el que algunos le comparan, pero sí consigue mantener atento y divertir al lector en todo momento. La preocupación educativa del autor, sus deseos de formar comprendiendo se revelan, por ejemplo, aquí: «La mentalidad de un muchacho normal se parece en cierto modo a la de un forajido. Hace cosas que sabe que no debe hacer, y como no tiene una idea correcta de la realidad, alegremente espera que de algún modo logrará eludir las consecuencias desagradables de sus actos. La férrea ley de causa y efecto es algo que todos aceptamos de mala gana».

La educación recibida en el cine

Ya en 1948 los chicos urbanos neoyorquinos tenían unas referencias escasas de otras vidas y otros ambientes que no fueran los suyos y los que les proporcionaba el cine. Así, cuando Herbie observa las dificultades por las que atraviesa su padre en el negocio, Wouk escribe que «si Jacob Bookbinder se hubiese encontrado al borde de un precipicio suspendido sólo por los dedos, o si se hubiese visto atrapado en un pozo en el que hubiese una cobra, su hijo se habría dado cuenta en el acto de la situación y seguramente se habría lanzado al fondo para rescatarle con gritos de victoria. Incluso habría sido capaz de reconocer una catástrofe tan abstracta como la pérdida del mapa de una mina de oro. Pero la educación recibida en el cine no llegaba más allá, y así el muchacho no fue capaz de darse cuenta del significado de esta escena». Y en el viaje en tren al campamento Manitou, mientras Herbie contempla el paisaje a través de la ventanilla, el narrador señala que «de repente pasó una vaca con la rapidez de una flecha… Una vaca viva, un animal que el muchacho no había visto nunca salvo en los libros ilustrados y en los anuncios de las compañías lecheras. Su corazón dio un vuelco de alegría».

La novela termina con una declaración explícita de Herbie y de su primo Cliff sobre sus preferencias. Cliff le había contado que visitó con su clase el Museo del Indio Americano y Herbie se había interesado por cómo era: «Terrible, chico —respondió Cliff—. Cestos, mantas y plumas para hartarte». Más adelante, al regresar del campamento, Herbie manifiesta claramente que lo suyo es la ciudad. «¿Por qué?», le pregunta Cliff. Y Herbie le responde: «¡Oh, no sé! Solo sé que me gusta. Allí se puede jugar a la pelota cuando se quiere, […] se pueden ver buenas películas y todo».