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BAKER, Nicholson

Nicholson Baker tiene una bien ganada fama de ser un escritor especial a quien le gusta usar la primera persona y recurrir a las digresiones. En este caso, a partir de la observación y de los diálogos con su hija Alice, a quien confiesa haber entrevistado cuando tenía nueve años para preservar cuál era su manera de pensar en aquel momento, compone un relato de calidad y francamente divertido. El hilo narrativo principal es lo que le va sucediendo a Nory en el colegio, un lugar donde «aprendías a que te apuñalaran en teatro, o la historia de los aztecas, o de la Virgen María, o cómo escribir a máquina, o a no gritar cuando tu avión se estrella, o lo de Aquiles cuando le sumergieron en el agua, o la fricción en un ladrillo».

Pero lo que interesa es lo que pasa por dentro de Nory. Así, ante un anuncio comercial se dice que «se habían equivocado, pensaba Nory, en los anuncios cuando salía un chorro muy muy largo de pasta de dientes que empezaba en la punta misma del cepillo de dientes y llegaba hasta el otro extremo de las cerdas, porque esa no es la cantidad que tienes que poner de verdad. Eso es sin duda demasiado». Se muestra el curso zigzagueante de sus pensamientos: «Existe una cosa que son los colores cálidos y los colores fríos, de manera que incluso aunque un sitio esté frío en el sentido de la temperatura puede resultar completamente cálido para el corazón. Aunque el corazón está siempre muy caliente de todos modos porque piensa en la cantidad de ejercicio que hace». Se nos enseña cómo una niña va poco a poco aprendiendo a ser agresiva en las réplicas a sus compañeros más rudos: «Algunas veces daba buen resultado decir a dos chicos, por ejemplo, que estaban portándose mal con Pamela, que eran “imbéciles-idiotas-sincerebro-anormales”, diciendo las palabras súper deprisa, o decirles: “Eh, confío en que no duermas de lado por la noche, porque tu cerebro de guisante puede caérsete por la oreja”». O, simplemente, observamos cómo modela su conducta de acuerdo con las reacciones que ve a su alrededor: «Nory casi nunca lloraba porque ya había aprendido unos años antes que llorar más o menos destroza tu reputación incluso aunque alguien diga algo que te dé ganas de llorar».

Consejos de seguridad en la escuela

Nory se queda preocupada con la historia que le cuentan sobre Aquiles. A ella le parecía, por supuesto, que «el tobillo no era, ni un sitio práctico ni seguro para sujetar a un niño recién nacido.

Pero en la Antigüedad tenían mucho menos cuidado con cosas como la seguridad. Hoy en día la seguridad es una preocupación importante, pero en aquel entonces en cuestión de peligros no había límite, la verdad. El primer colegio de Nory se llamaba Gente Menuda, y una de las primeras cosas que aprendían en Gente Menuda era el consejo de seguridad: “Parar, al suelo y a rodar”. Eso era lo que tenías que hacer cuando se te incendiaba la ropa. Si echabas a correr, las llamas se avivarían, probablemente tendrías una quemadura de tercer grado. Una quemadura de tercer grado es cuando la piel está negra y abrasada.

—¿Tenéis que esconderos del bombero? —preguntaba la profesora.

—No —decían los niños.

—Si lleva una máscara grande, ¿tenéis que asustaros pensando que es un extraterrestre? —preguntaba la profesora.

—No —decían los niños.

—¿Y qué haréis si se os pone fuego en la ropa? —preguntaba la profesora.

—Parar, al suelo y rodar —gritaban los niños».

Otro libro del autor, no infantil ni juvenil, es El antólogo. De él he puesto dos notas: Maniatar con la libertad [1], Una explicación neurobiológica imaginativa [2].