Cuando todavía era muy joven y trabajaba como empleado de banca, el autor escribió algunos libros ambientados en colegios. Los indicados son, respectivamente, el primero y el tercero. Tienen el interés de ver que, a pesar de sus defectos constructivos, en ellos ya se anuncia el gran prosista y creador de personajes memorables que fue Wodehouse. Tienen la importancia de que continúan y enriquecen la tradición inglesa de relatos escolares anteriores —que aparecen citados en los textos—, y la de que influyen mucho en otras novelas semejantes posteriores.
Los personajes de The Pothunters, tal vez demasiados, reaparecen en Tales of St. Austin’s, una obra con historias que tienen distinto tipo de narrador y distinta longitud, como si el autor estuviera todavía probándose a sí mismo. En general son relatos con muchos guiños cultos, como corresponde a esa clase de ambiente colegial donde los chicos estudiaban los clásicos griegos y romanos, y como es propio de Wodehouse, aparte de que contienen también referencias a obras literarias populares en la época como las de DICKENS [1] o de Conan DOYLE [2]. Rasgos típicos de los relatos, y del autor, se pueden ver en un narrador que no duda en ironizar contra sí mismo: «en general, me produce irritación que me llamen “completo idiota” pero esa vez no era el momento para reafirmar mi dignidad personal»; o en un personaje llamado Bradshaw, un tipo del que se nos indica que su éxito en el camino del crimen, en el colegio y después, era debido a su secretismo: nunca tenía cómplices.