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ATXAGA, Bernardo

Si en Belleza negra [1], la inglesa Anna SEWELL [2] empleó la perspectiva de un caballo para enjuiciar con acierto tantos aspectos de la vida, Atxaga ha demostrado que los ojos de una vaca son también un observatorio privilegiado. La refranera vaca Mo y El Pesado, la Voz interior con la que Mo va conversando, son unos inolvidables personajes. Con un lenguaje ágil y un tono jocoso, se irán desgranando bienhumoradas y agudas observaciones: «La vaca conoce qué es la soledad, qué es la desolación, y con ese conocimiento puede enfrentarse a la vida»; sabe bien que «la vida es en gran parte dormir, y quien dice dormir mal, dice vivir mal»; ama la libertad del monte, esa «porción del mundo que carece de caminos»; y su sentido común le hace apreciar que «el gran fuego de los troncos no es siempre mejor que el pequeño fuego de la astilla».

En el prólogo a Un espía llamado Sara, Atxaga señala que con Memorias de una vaca pretendía no sólo contar un relato acerca del «maquis y otras cuestiones de la posguerra, sino también tratar «de lo difícil que puede ser llegar a la madurez». Del mismo modo, Un espía llamado Sara es, por debajo de una aventura bien contada, una llamada de atención sobre los falsos ideales que pueden estropear tantas vidas jóvenes: Saldías «empezaba a sospechar que su ideal, forjado primero en el seno de su familia, y luego entre los amigos que él había creído mejores que el resto de la gente, actuaba como una luz que, en lugar de ayudarle a ver mejor, le cegaba». Atxaga envía un eficaz mensaje de rechazo a la guerra, y afirma con suave rotundidad sus preferencias por un tipo de persona normal, «buen marido, trabajador y alegre», que no se deja «arrastrar por las fidelidades que sólo lucen bien en las solapas de los tontos».

En los relatos protagonizados por Shola, Atxaga demuestra que sabe manejar muy bien los resortes para llegar al lector pequeño sin renunciar a la calidad literaria. El personaje resulta encantador, los incidentes tienen gracia, es fácil identificarse con los procesos mentales de Shola, de auto-engaño y de auto-aceptación en el primer relato, de vanidad y temor en el segundo. Las ilustraciones, expresivas y eficaces, que transmiten muy bien el movimiento y los estados de ánimo de Shola, refuerzan la simpatía del texto.