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GUARESCHI, Giovanni

Antes de introducir a Don Camilo y Pepón, Guareschi presenta los escenarios de sus andanzas: «Esta es la tierra baja, donde hay gente que no bautiza a los hijos y blasfema, no para negar a Dios, sino para contrariar a Dios». Los relatos de Don Camilo y Pepón evolucionan desde la ingenua brutalidad de los primeros hacia la ternura tosca de los últimos, siempre dentro de un ambiente espontáneo en el que la rudeza en los modos se compensa con la bondad de fondo de los personajes y la mirada llena de simpatía del autor. Entre otras, son piezas inolvidables, «La maestra», «Otoño», «La fiesta», «Cinco más cinco»… A veces, Guareschi logra ir más allá de la amenidad y la sonrisa, y arrancar la carcajada: el don Camilo boxeador, o el que amenaza con candelabros, o el que da puntapiés de dos toneladas en el trasero, o el que, en algunas contingencias, «olvidaba invariablemente quién era. Estaba delante del altar: se inclinó, dio media vuelta y echó a correr; luego, al llegar al centro de la iglesia, paró el motor y alcanzó la puerta patinando». Las referencias a sucesos e instituciones de la época restan actualidad a los relatos pero no quitan gracia ni sabor a los astutos manejos aldeanos de Don Camilo, y la defensa que Guareschi hace de una amistad por encima de cualquier barrera ideológica conserva la misma validez universal.

Otros libros

Existen varias secuelas que tienen ramalazos igualmente chispeantes aunque, como suele suceder, pierden algo de frescura. Son:

—La vuelta de Don Camilo (Don Camillo e il suo gregge, 1953). Madrid: Suma de Letras, 2004; 560 pp.; col. Punto de lectura; trad. de Fernando Anselmi; ISBN: 84-663-1298-6.

—El camarada Don Camilo (Il compagno don Camillo, 1964). Madrid: Suma de Letras, 2004; 288 pp.; col. Punto de lectura; trad. de Domingo Pruna; ISBN: 84-663-1296-X.

—Don Camilo y los jóvenes de hoy (Don Camillo e il giovani d’oggi, 1966). Madrid: Suma de Letras, 2004; 288 pp.; col. Punto de lectura; trad. de Domingo Pruna; ISBN: 84-663-1297-8.

El prestigio del equipo parroquial

Don Camilo cae con frecuencia en una lamentable confusión entre sus deseos más humanos y los intereses divinos. El Cristo de su iglesia, con el que mantiene jugosos diálogos, se ve obligado a corregirle. Así, después de un partido de fútbol en el que pierden los muchachos de la parroquia, el Cristo le dice: «Yo no puedo ocuparme de piernas. Yo me ocupo de las almas. […] Tus muchachos no defendían los colores de la Iglesia, defendían simplemente el prestigio de un equipo deportivo […] formado a la sombra de la iglesia parroquial. ¿O crees acaso que la del domingo fue una derrota de la religión cristiana?».