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BAQUEDANO, Lucía

El éxito sostenido de Cinco panes de cebada durante muchos años se debe, primero, al acierto y al buen humor en las descripciones, sencillas pero que retratan a la perfección tanto la evolución psicológica de la protagonista, como las luces y sombras de las personas del pueblo: gente sencilla y agradecida, pero también desconfiada y recelosa. Por otro lado, Lucía Baquedano pulsa con soltura y realismo teclas que siempre suenan bien: una clara vocación de maestra presentada como un trabajo que, como las labores del campo, consiste en «roturar, abonar, sembrar», «sin pretender milagros. Despacio, sabiendo esperar»; la incitación eficaz y entusiasta a la lectura, con la conciencia de que «el libro no es espectacular y no atrae en absoluto al no iniciado», pero que es el mejor despertador de inquietudes en sus alumnos… Y, por último, un resorte bien empleado es el modo de conducir la trama hasta el enamoramiento sereno pero profundo de Muriel.

Fantasmas de día es un relato diferente que usa la vía de un humor sencillo y eficaz para reflejar tanto la vida de un pueblo como aspectos de la psicología y el comportamiento de los niños, bien retratados en la discusión acerca de cuál es el idioma más fácil de aprender: sin duda, el español, pues todos lo han dominado sin necesidad alguna de estudiar…

En escenarios y con personajes semejantes a los de Cinco panes de cebada, la escritora centra El pueblo sombrío en los conflictos afectivos que se le presentan a la protagonista y narradora, y deja en segundo plano los aspectos argumentales de thriller. La historia, bien contada, se va tensando al compás de los vaivenes interiores que sufre Isabel, al principio los normales en cualquier persona joven, pero de profundidad y altura mucho mayores cuando entran en juego vidas humanas. En otros órdenes, El pueblo sombrío ejemplifica que una novela juvenil puede abordar con honradez un tema complejo cuando la perspectiva y la elección de lo que se cuenta son las justas, y que, para enganchar al lector, no es necesario usar lenguaje de argot circunstancial, típico de tantas novelas de jóvenes y adolescentes de hoy. De ahí que, un relato confeccionado así, que cumple con nota su función de puente hacia temas y obras literarias de gran calado, pueda ser calificado de buena literatura juvenil.