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LORNSEN, Boy

El autor tiene un talento especial para recrear historias ya conocidas con originalidad. A bordo de la “Pacífica Jenny” es como un inteligente desarrollo del álbum Mi abuelo es pirata [1], de Jan LÖÖF [2], y Tía Yeska resulta ser una especie de nueva Mary Poppins [3].

Merece la pena subrayar la excepcionalidad de A bordo de la “Pacífica Jenny”, una novela prácticamente inadvertida en nuestro país, y cuyos mejores lectores serán sin duda quienes puedan apreciar la ironía bienhumorada y positiva que gasta Lornsen. Su relato logra mantener divertido y en vilo al lector, jugando con la tensión del pequeño Peter por su aventura, y con la del abuelo por mantener bajo control en todo momento el ritmo del relato; y con el contrapunto de las intervenciones y observaciones de la abuela, que a veces no entiende nada y otras es cómplice de uno u otro…

¡Barco pirata a la vista!

Cuando van pasando los días, Peter ya sabe cómo su abuelo hace soplar el viento, o desata tormentas, o hace caer la niebla…, de modo que no acaban de combatir contra los piratas como él desea.

«El abuelo mismo descubrió en lontananza la primera vela, pero, para decepción de Peter, explicó que se trataba de un inofensivo barco mercante.

Entonces pusieron rumbo al oeste.

—¡Dame el catalejo, por favor! Tú puedes sujetar el timón, mientras, abuelo.

El timonel Peter había decidido descubrir por sí mismo una vela pirata, antes de que su abuelo siguiera avistando inofensivos barcos mercantes. En cuanto se hubo colocado el catalejo, gritó:

—¡Vela a la vista! —añadiendo enseguida—: ¡Es un barco pirata, abuelo capitán! ¡Veo la calavera blanca con mucha claridad! ¡No hay duda!»