Simpáticas historias que dan idea de la versatilidad de la autora, pues son muy distintas, y de la calidad de su trabajo literario, pues ambas están muy bien escritas y construidas.
Capitanes de plástico es un relato corto estructurado en dos planos entrecruzados. Por un lado, el de las construcciones imaginarias de Ernesto en las que lucha y vence un heroico capitán Ernest. Por otro, la vida cotidiana, en la que hay enfrentamientos y disputas con su hermano Miguel, transformado en el teniente Michel, y las exhortaciones e indicaciones de su madre de todos los días, «¿quieres dejar quieto ese cuchillo?», que también se integran en sus combates mentales. En la vida ordinaria y en su mundo imaginativo, Ernesto se siente salvado cuando llega su padre, Pappis Pao, después de una larga ausencia.
Un pelotón de mentiras es una narración lineal en la que cada uno de los cinco capítulos adelanta un paso la historia: en «Pelotón el mentiroso» se nos presenta el protagonista y el origen de sus problemas; en «Las palabras al revés» se hace un retrato de las mentiras; en «La guerra de las mentiras» vemos a las mentiras confabulándose para tener siempre atrapado a Pelotón; en «La rebelión de las cosas» observamos cómo alrededor de un mentiroso también las cosas mienten; en «El hombre que nunca mintió» se ve la tarea que debe emprender Pelotón para dejar de mentir. Las descripciones son a la vez graciosas y serias, y la conclusión es sensata e inteligente.
Otro relato: La bruja Mon [1].