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UHLMAN, Fred

Más interesante que la reconstrucción de un clima social e histórico es la vertiente psicológica de las dos narraciones. Pues pocas novelas como Reencuentro captan la fuerza con la que puede brotar el sentimiento de amistad entre dos jóvenes: «Entre los dieciséis y dieciocho años, los jóvenes combinan a veces una cándida inocencia, una pureza radiante de cuerpo y mente, con un anhelo exasperado de devoción absoluta y desinteresada. Generalmente, esa etapa sólo abarca un breve lapso, pero por su intensidad y singularidad perdura como una de las experiencias más preciosas de la vida». Ciertamente, afirma el narrador, era una época en la que «aún no existía la televisión para introducir el sexo en el seno de la familia».

Un alma valerosa se detiene sobre todo en la educación de Konradin. Este da cuenta del comportamiento de sus padres, aristócratas para los que «el mundo no se dividía entre quién tenía y quién no tenía, sino entre quien tenía todo y quien no tenía nada». Habla de una madre lejanísima y profundamente antisemita, de un padre que no le hace caso con juegos «que requieren tiempo y paciencia, atributos ambos que él no poseía». El culto y refinado Konradin, sin argumentos sólidos ni mejores referencias que la talla humana e intelectual de su amigo, acepta su teoría del «como si»: «Vivir “como si” Dios no existiera, “como si” la vida tuviese la máxima importancia», y ve tambalearse sus creencias frente al ímpetu emotivo con el que Hans echa las culpas a Dios del sufrimiento de los inocentes.