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ORCZY, Baronesa Emmuska

La autora no se priva de acumular adjetivos para subrayar las acciones nobles y valerosas de sus héroes, o los comportamientos canallas y ruines de sus oponentes. Salvado el maniqueísmo de su planteamiento —los aristócratas son limpios y educados, los plebeyos son zafios y groseros—, la novela es un buen ejemplo de trama intrigante y tensa con personajes bien perfilados. Muerta la Reina Victoria, pero vivo aún su estilo, la autora maneja una premisa indiscutible que hace pronunciar a su héroe: «Una inteligencia inglesa siempre es igual por lo menos que una inteligencia francesa». Y como tantos héroes típicamente ingleses, que de la literatura de la época han pasado a definir el arquetipo del espía y aventurero frío y audaz, Pimpinela Escarlata y sus compañeros afirman que gastan su dinero y arriesgan sus vidas «por deporte. Nuestra tierra es un país de deportistas»; y si se les insiste en que deben tener un motivo más noble, aseguran que no, que «este es el deporte más divertido. […] Resulta un placer huir de los peligros más terribles, estar a punto de caer y volver a empezar de nuevo».

Agudo ingenio y odio mortal

A la autora habría que preguntarle cómo es posible que Marguerite Saint Just, conocida de soltera como «la mujer más inteligente de Europa», decidiera casarse con un imbécil como Lord Percy Blakeney… Dejando esta duda en el aire, sólo cabe dejarse llevar por la acción: «La trampa estaba bien tendida y dentro de poco caería sobre sus cabezas. Dos docenas de hombres, dirigidos por una mente cuyo odio era tan mortal como agudo era su ingenio, rodearían al pequeño grupo de fugitivos y a su valiente héroe. Los capturarían a todos. […] El agente del Gobierno francés no sentiría ningún afecto por aquel ser intrépido, no se maravillaría frente al coraje de aquel espíritu generoso. Lo único que sabría hacer es odiar más a su ingenioso enemigo, el que tanto tiempo llevaba engañándole».