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JEROME, Jerome Klapka

Con un leve pretexto argumental el autor despliega todos los registros de un humor inglés, sereno, sarcástico, sutil, nada estridente: «Lanzaban invectivas contra nosotros, usando no banales injurias corrientes, sino interminables maldiciones complicadísimas, producto de la reflexión, largamente meditadas y muy significativas, que abarcaban toda la duración de nuestra existencia, se extendían al porvenir más lejano y comprendían a todos nuestros parientes, amigos y conocidos; fuertes y sustanciosas maldiciones». Otro ejemplo: al narrar sus logros, «el pescador experimentado se caracteriza por la precisión en el detalle nimio, los hermosos retoques en el campo de la probabilidad, y el aspecto general de escrupulosa —casi diría pedante— sinceridad». Las descripciones agudas y las observaciones realistas certeras tienen con frecuencia una «caída final» característica: «Así es Harris…, siempre dispuesto a aceptar personalmente el peso de todo el trabajo para depositarlo sobre las espaldas de los demás».

La prisa, azote del siglo diecinueve

Véase un párrafo revelador de que la prisa no es un atributo de nuestra época: «Me encanta contemplar a un viejo barquero remando, especialmente cuando se han contratado sus servicios por horas. Su forma de remar tiene una belleza serena y reconfortante. Es verdaderamente opuesta a esa prisa inquieta, a ese vehemente esfuerzo que día tras día se afirma como azote del siglo diecinueve. No se preocupa de adelantar con grandes esfuerzos a las demás embarcaciones. Si alguna de ellas le pasa no se molesta en absoluto. De hecho, todas le pasan…, al menos todas las que van en su misma dirección».