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RANSOME, Arthur

Novela que tuvo una gran influencia en la literatura de chicos posterior: a partir de la obra de Ransome abundaron los relatos de pandillas en vacaciones que tropiezan con algún misterio que, por supuesto, resuelven. Pero Vencejos y amazonas, una narración con continuas referencias a relatos de aventuras como La isla del tesoro [1] y Robinson Crusoe [2], sobrepasa el estándar pobretón que será frecuente después: está bien escrita (aunque muy calmosamente para el gusto actual), se mantiene siempre al borde de lo posible (también en el comportamiento de los amables adultos que facilitan la vida de los chicos), es fiable al presentar los pormenores de la navegación (y por eso puede cansar a quien la vela no le interese para nada).

Ransome introduce sus recuerdos de infancia en Lake District cuando, al término del verano, cuenta la desolación que produce a los Walker el terminar las vacaciones y tener que volver a la ciudad, y la isla del Gato Bufante vuelve a ser una isla desierta… Pero el narrador nos dirá que «no era aquella misma isla. John, contemplándola, recordó […] su proeza natatoria cuando dio la vuelta a nado a la isla […]. Para Roger, la isla sería siempre el sitio en que había nadado por primera vez. Para Susan, era el Campamento y su tarea de cuidar a una numerosa familia y de guisar para ellos. Titty pensaba en la isla como en la isla de Robinson Crusoe. Era suya más que de ninguno, porque había estado sola en ella». Las ilustraciones del propio autor intentan reproducir el estilo de Hugh LOFTING [3] en su serie del DOCTOR DOLITTLE [4], pero no llegan a su nivel. En las secuelas, no editadas en castellano, se introducen nuevos personajes y se recrean otros ambientes.

Un explorador rezagado

Una de las características sobresalientes de la obra de Ransome es el modo de presentar la mezcla realidad-imaginación en la que viven y juegan los chicos. La madre participa del mundo de sus hijos y saluda con un «¡Ah, del navío!» o actúa como una indígena que lleva provisiones oportunas, «no había en el mundo una indígena tan buena como mamá». O se cuenta cómo Roger corre abriendo los brazos, «que eran las velas», pero «cuando llegó al bosque se detuvo, como barco de vela que era. No hay quien navegue a vela entre pinos. Se convirtió entonces en un explorador que se había rezagado del cuerpo expedicionario y seguía sus huellas a través de la espesura; marchaba ojo avizor en previsión de que algún indio salvaje le disparase, oculto tras un árbol, una flecha envenenada».