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BAROJA, Pío

Tanto Zalacaín como Shanti Andía corresponden al tipo barojiano del «hombre de acción» no comprometido con causa alguna, entregado a la aventura por la aventura como único norte de su vida. El marino, con todo, tiene algo del «contemplativo», más dado a la reflexión. Zalacaín, por el contrario, ante los argumentos del «más ilustrado» Capistun en pro de la paz, concluye: «Sí, todo eso es verdad; pero también es hermosa la guerra».

Son, por tanto, novelas «de personaje» tanto como novelas de acción o intriga. Ésta adquiere en Las inquietudes de Shanti Andía tintes dickensianos, con pasados enigmáticos y descubrimientos inesperados. La trama de Zalacaín el aventurero es más dispersa, aunque le confiere cierta unidad el enfrentamiento entre la familia del protagonista y la de los Ohando. El estilo es siempre sencillo, espontáneo, de fácil lectura. Como muestra de la viveza en la presentación de personajes (abundantísimos), valga el retrato del viejo Tellagorri: «Era, en el fondo, un hombre de rapiña, alegre y jovial, buen bebedor, buen amigo, y en el interior de su alma bastante violento para pegarle un tiro a uno o para incendiar el pueblo entero».

El aventurero barojiano es un tipo atractivo, aunque no se le pueda tomar como personaje modélico. Atrae su firmeza ante las dificultades («¡firmes!» era el lema de Tellagorri) y su ánimo para acometer grandes empresas. Pero la ausencia de un amor o un ideal desvaloriza hacia cierto punto sus hazañas, nacidas de un simple impulso vital contra el aburrimiento. Vive para sí mismo porque sabe que morirá solo. Es amigo de sus amigos pero los demás le son indiferentes, compañeros en ese viaje a ninguna parte que es la vida. Sin embargo, son algunos personales secundarios (Tellagorri, Juan de Aguirre) los que llevan este individualismo al extremo de la amoralidad. Baroja parece reservar para sus héroes ciertos rasgos de humanidad que nos los hacen más simpáticos. Shanti Andía es un nostálgico enamorado del mar pero también de los felices días junto a su familia. Zalacaín es fiel a su mujer y a su familia, y los defiende hasta la muerte.

Brutos sentimentales

Baroja, aun por boca de sus personajes, suele ser brutal en sus juicios: «Shanti, ten esto en cuenta. De cien mujeres, noventa y nueve son animales con instintos vanidosos y crueles, y la una que queda, que es buena, casi una santa, sirve de pasto para satisfacer la bestialidad y la crueldad de algún hombrecito petulante y farsantuelo. Así nos vamos vengando unos en otros, de la manera más inhumana y estúpida». Lo cual es compatible con las notas sentimentales, sobre todo cuando se refieren al entorno: «Desde la barandilla del faro, el espectáculo es extraordinario: abajo, al mismo pie del promontorio, hay una sima con fondo de roca, y allí el agua, casi siempre inmóvil, poco agitada, es de un color sombrío; a lo lejos, el mar aparece azul verdoso; cerca del horizonte, de un tono de esmeralda». Shanti es un nostálgico incurable: «No sé por qué parecen llenas de magia melancólica las cosas pasadas; no se lo explica uno bien; se recuerda claramente que en aquellos días no era uno feliz, que tenía uno sus inquietudes y sus penas, y, sin embargo, parece que el sol de entonces debía brillar más, y el cielo tener un azul más puro y más espléndido». Habla el autor, por supuesto. Igual que cuando el viejo marino da rienda suelta al pesimismo: «Han pasado muchos años desde que salí de mi pueblo, y ¿qué he hecho? Ir, andar, moverme de aquí para allá, llevado por un turbión de acontecimientos que me han dejado el alma vacía. Cuando he buscado un poco de calor y abrigo, he encontrado frialdad, dureza y egoísmo».

Más aventuras marineras

Aunque Las inquietudes de Shanti Andía sea la más lograda de las obras marineras de Baroja, también pueden ser destacadas Los pilotos de altura (1929) y La estrella del capitán Chimista (1930). Ambas forman una sola novela en dos partes y también cuentan las aventuras por todos los mares y puertos del mundo de tres pilotos decimonónicos: los Embil, tío y sobrino del mismo nombre (Ignacio), y José Chimista, alias Bizargorri.

Las dos están en el tomo IX de las Obras completas, Trilogías IV, edición de José Carlos Mainer, prólogo de Darío Villanueva, nota a la edición de Juan Carlos Ara Torralba. Barcelona: Círculo de lectores, 1998; 192 y 194 pp. de 1498 pp.; ISBN: 84-226-6492-5.