Primer libro ilustrado del autor, inspirado en la leyenda romana de Androcles [1] que Bernard Shaw [2] había convertido en obra teatral el año 1913. Confeccionado con dibujos fluidos y muy vivos, Andy and the Lion ha sido elogiado siempre como un álbum modélico. Y, ciertamente, son notables el ritmo y el interés de la historia, la sutileza con que se apuntan detalles (cuando Andy está enfrascado en la lectura, su padre lee también un periódico en cuyo titular se habla de que se ha escapado un león del circo), el final que deja preguntándose al lector si todo fue un sueño de Andy. El autor es un excepcional narrador gráfico: las ilustraciones van normalmente a la derecha y el texto, muy corto, ocupa la izquierda, con lo que deja un buen espacio en blanco que sirve para fijar la vista y agudizar la reflexión del lector; la ilustración ocupa la doble página en los momentos oportunos: al comienzo de la segunda y la tercera parte de la narración, cuando Andy quita la espina al león y los dos saltan por los aires, la del desfile del circo por la ciudad y las que cuentan el triunfo final de Andy. El ambiente propio de otros tiempos que reflejan los dibujos —Andy es un chico granjero cuyo estilo de vida es bien distinto del de los chicos de hoy—, no han impedido el éxito ininterrumpido del relato: si una buena historia funciona siempre, lo hace más aún si tiene acentos divertidos y exultantes como ésta, y mucho mejor todavía si recoge bien el mundo interior de sueños de un chico.