Entre las novelas juveniles que tratan sobre chicos en medio de conflictos bélicos, Corazón de Roble destaca por su lenguaje preciso y su acción tensa. Además, está estructurada con acierto y bien ambientada, histórica y socialmente; los distintos episodios que se suceden tienen interés en sí mismos, cada uno añade un dato necesario para resolver el misterio de los orígenes de Tinco; se dibujan bien las personalidades de los protagonistas, especialmente la de Viana. Es un mérito más que se presente a los chicos en medio de conflictos que no entienden, sin que se intente orientar la simpatía del lector hacia uno u otro de los bandos.
Otro registro tiene la historia de Miga, un relato que saca partido al juego con las palabras, y que hace pensar en cuestiones más de fondo. Una de ellas, el valor de la amistad: «Tener buenos amigos, pensó la hormiga Miga, es como tener una escalera que te ayuda donde tú no puedes. Los amigos te prestan los peldaños y las alas que tú no tienes». Otra, la importancia de tener amplitud de miras: si no os hubiera conocido, dice Miga, «creería que el mundo está lleno de hormigas como yo, la hormiga Maga, la hormiga Mega, la hormiga Muga, y toda clase de hormigas. Y si no hubiera querido ver el horizonte, no habría conocido seres como la jirafa Rafa, que casi toca el cielo con la cabeza o seres que vuelan tan alto como el ruiseñor Señor».