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PREUSSLER, Otfried

Preussler introdujo de nuevo la fantasía en los años cincuenta en Alemania y precedió a ENDE [1] y otros autores alemanes en la reivindicación del valor de los relatos de fantasía en el tiempo de la posguerra, cuando ese tipo de historias se veían como escapistas. Sus relatos se apoyan en abundantes diálogos y una prosa colorista, con sentido del humor y acentos poéticos.

Los de Saltodemata y sus amigos pertenecen al subgénero de las «aventuras de fantasía disparatada». Funcionan bien, están bien hilados, se siguen con interés. No tienen golpes de ingenio especialmente graciosos, pero los sucesos y los diálogos son ágiles, y los personajes caen simpáticos. Se les nota el paso del tiempo: debido a que el ambiente campesino resulta menos familiar y a las opciones que se tomaron en su momento a la hora de traducir los nombres.

El cuento sobre Vania recoge un argumento de los cuentos tradicionales: un joven que sale vencedor en todas las pruebas y obtiene un reino con princesa incluida. Pero el autor lo inicia con un protagonista holgazán que no hace más que tomar el sol y soñar suponiendo que así se acumulan fuerzas… Hasta que se lanza por fin a un viaje y entonces es tenaz al perseguir un objetivo —«en el mundo hay muchos caminos, pero sólo uno lleva a los Montes Blancos»—; no duda de la misión encomendada a pesar del deseo de comodidad siempre presente —había «momentos en los que le invadía la tristeza y deseaba que la moneda de tres copecs hubiera señalado otra cosa en aquel atardecer»—; es generoso al ayudar a los necesitados; confía en todo momento en la providencia divina; es audaz al acometer las empresas en las que los demás han fracasado.

Krabat es una novela basada en una leyenda del siglo XVII que se puede alinear con relatos de autores alemanes —como Goethe, HOFFMANN [2] o CHAMISSO [3]— sobre pactos con el diablo. Está estructurada en capítulos cortos que hacen avanzar la acción con rapidez, presenta escasos pormenores del mundo interior de los personajes salvo algunos sueños premonitorios, y las descripciones son breves e intensas: de un desconocido que tiene poder sobre el maestro se nos dice que su voz era «como carbón encendido y al mismo tiempo como hielo crujiente». Es también un ejemplo de cómo un libro triunfa cuando su mensaje de fondo llega en un momento y en un ambiente propicios: el autor intentó reflejar el destino de una generación joven, como la suya, que se vio atrapada en unos engranajes sociales malvados. Con esa perspectiva encajan elementos que componen la historia: que la «magia negra da poder sobre Príncipes y Reyes»; que la canción que despierta la conciencia del personaje suene, a las doce de la noche, cuando comienza el domingo de Resurrección; que al mal sólo se le pueda vencer con ayuda de la amistad y por medio de un amor que se olvida de uno mismo… La edición de 2009, más cuidada que la primera pues se han corregido errores (vagabundeaje / vagabundeo), se ha optado por más coherencia en el uso de las mayúsculas y de los nombres (Miguel / Michal), no tiene ilustraciones y la letra es más holgada, sería mejor aún si explicara un poco el origen y la situación geográfica de la historia.

El ángel con gorro de lana y los relatos que le acompañan son de ambiente rural. Todos los incidentes se cuentan de modo sencillo y emotivo. El narrador tiene interés en acentuar la calidez humana y de hacer bondadosos incluso a los que se portan mal. No falta el buen humor cordial, que asoma en especial en algunas escenas, por ejemplo, cuando el rígido inspector escolar del segundo cuento intenta que los niños practiquen las oraciones condicionales a partir de «si yo pudiese seguir al ángel hasta Belén…». Y no digamos nada en el momento en que a los Reyes Magos del último cuento les ofrecen una «sopa de cerveza» bien cargadita de aguardiente.