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HINTON, Susan E.

En Rebeldes y en otras novelas posteriores, más artificiales y menos conseguidas, la autora suele describir bandas urbanas de jóvenes marginales: sus graves problemas familiares y escolares, sus comportamientos desmadrados, sus actitudes violentas en los enfrentamientos con bandas rivales… A pesar de que las expresiones malsonantes y el lenguaje de argot envejecen y desvalorizan estos relatos, es indudable la capacidad de la autora para captar la confusión vital de sus protagonistas, y es fácil entender por qué Rebeldes supuso una cierta ruptura en la literatura juvenil: fue como un pistoletazo de salida para novelas con la misma clase de «realismo» conciso y eficaz contado con lenguaje burdo y directo, pero con acentos lírico-sentimentales cuando expresa la desolación interior o la fuerza de la amistad entre los protagonistas. La popularidad de las novelas de Hinton se acrecentó al filmar Francis Ford Coppola dos películas protagonizadas por jóvenes actores famosos.

Desde un punto de vista educativo, Rebeldes es un testimonio de la necesidad de cariño y de orientación que tiene todo chico joven. Ponyboy acaba reconociendo el afecto que hay detrás de la exigencia de su hermano Darry. Sufre por la dureza de la vida familiar de Johnny. Aprende que los socs no son más felices por tener más: un amigo del soc muerto le cuenta que sus padres «lo habían mimado hasta pudrirlo. […] Siempre cedieron ante él»; cuando lo que él quería era «que alguien le dijese “No”. Conseguir que alguien dispusiera la ley, fijase los límites, le diera algo sólido en qué apoyarse».

Es también un alegato contra la violencia inútil que nace de la ausencia de motivaciones y de la vaciedad de las vidas de los protagonistas. Un rechazo de un estilo de vida que no lleva a ninguna parte: «Dieciséis años en las calles y puedes aprender mucho. Pero todo equivocado, no las cosas que quieres aprender». No se dulcifican ni la angustia de los personajes ni el desenlace; tampoco se culpabiliza a nadie; sencillamente se describen las cosas y se busca refugio en un vitalismo pragmático que, con versos del poeta Robert Frost, dictamina que «nada dorado puede permanecer», salvo, quizá, el compañerismo y el afecto entre hermanos…

A determinados lectores, Rebeldes puede abrirles los ojos y provocar una comprensión más ponderada de las realidades que muestra. A ciertos lectores jóvenes puede hacerles caer en la cuenta de que los «rivales» tienen los mismos problemas y las mismas dudas, y que determinados caminos no tienen salida… No obstante, en términos generales cabe plantearse si este tipo de narraciones ayudan o más bien perjudican a sus destinatarios naturales: al convertir esta clase de personajes y comportamientos en imágenes atrayentes, literarias o cinematográficas, en cierto modo se los convierte en admirables e imitables.

Miradas de derrota y de recelo

El éxito de Rebeldes tiene una explicación parcial en la descripción de una galería de personajes que, dentro de su patetismo, resultan cercanos y hasta entrañables. Los hermanos de Ponyboy: Darry, el mayor, que sólo entiende «hechos sin vuelta de hoja. Pero usa la cabeza»; el mediano, Soda, que «se emborracha nada más que con vivir». Los amigos: Dally, que «había estado en el talego a la edad de diez años. Era más duro que el resto de nosotros, más duro, más frío, más mezquino. La sombra de diferencia que distingue a un greaser de un quinqui no existía en Dally»; Two-Bit, al «que le parece muy divertido afanar todo lo que esté bien vigilado», y «se comporta como si estuviese colocado cuando está sobrio». Y, en especial, Johnny, siempre con una «mirada de derrota y de recelo en los ojos», que «era la mascota de la banda, el hermano pequeño de cada cual. Su padre estaba siempre venga a pegarle […]. De no haber sido por la pandilla, Johnny nunca habría conocido qué son el amor y el afecto». Y eso a pesar de que la vida cotidiana de estos chicos no parece muy envidiable: «Caminamos por los alrededores, hablando con todos los greasers y los quinquis que conocíamos, apoyándonos en los parabrisas o saltando a los asientos traseros, enterándonos de quién había huido y de quién estaba en el maco, de quién salía con quién y de que no sé qué otro tenía ganas de liarse a golpes con tal, y de quien robó qué, cuándo y por qué».