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CHAMISSO, Adelbert von

Esta importante obra del romanticismo alemán está basada, en el fondo, en la propia situación vital del autor, un hombre sin patria. Chamisso hace de su dolor un libro, dice Thomas Mann en su introducción. Y son, quizá, el drama personal que hay detrás, y el aire de normalidad que se respira en toda la narración, también cuando se cuentan hechos fantásticos, los que le dan una verosimilitud y encanto inesperados. El lector entiende pronto que si todo el mundo se asusta y huye de quien no tiene sombra, es porque sombra equivale aquí a respetabilidad social: «Si quieres vivir entre los hombres, aprende a honrar primero a la sombra y luego al dinero», se nos dirá como conclusión. Es un logro, hace notar Mann también, la figura del demonio que acuerda el trato con el protagonista, un tipo «supercortés, tímido, que enrojece (un estupendo detalle que convence), y al que Schlemihl, dudando entre el respeto y el horror, trata con aturdida cortesía». La conexión con el público lector se debe también a las numerosas y explícitas referencias que Chamisso hace a los cuentos más populares, en particular cuando, en el último tramo de su novela, viste a su protagonista con las botas de siete leguas. HOFFMANN [1], un autor al que Chamisso debe mucho, se mostró encantado con las aventuras de Schlemihl y fabricó una narración posterior con la misma idea fáustica.

A las anteriores se pueden añadir otras consideraciones tomadas de un comentario de Pablo D’Ors [2]: «La tesis del autor es que la gravedad de quedarse sin la propia sombra radica en «que sin el contraste con lo oscuro —como bien sabe la estética tradicional japonesa— lo luminoso deja de brillar. Si no hay oscuridad (…), el mundo y el alma se desvanecen hasta perder sus contornos. Junto a esta sabiduría ancestral, la novela aporta otra que, por lo que parece, nunca está de más refrescar: que el dinero no da la felicidad. En efecto, la bolsa que mana oro inagotablemente es una trampa. Satanás tienta siempre con el poder y el tener, que ineludiblemente alejan al hombre del ser por la vía de la apariencia».