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WALLACE, Lewis

Ocho libros componen esta larga y desigual novela histórica, popularísima durante décadas: enseguida ocupó el puesto de la más leída en Estados Unidos, por delante de Mujercitas [1], y lo mantuvo hasta la publicación de Lo que el viento se llevó, en 1936; también, por ejemplo, la heroína de L. M. MONTGOMERY [2], Ana, la de Tejas Verdes [3], la lee con entusiasmo.

Tiene momentos cumbres como el inicial del encuentro en el desierto de los Reyes Magos, el combate de galeras o la carrera de cuadrigas. Lastran su desarrollo, en muchos momentos, las digresiones frecuentes y los diálogos larguísimos, que a ciertos lectores les pueden romper el ritmo y dificultarles seguir el hilo de la historia. Por otra parte, a veces el autor es demasiado grandilocuente, o pone en boca de sus personajes declaraciones ampulosas. Sin embargo, es una novela con atractivo perenne porque, además de que tiene pasajes excelentes, los personajes atraen y la tensión se mantiene.

¡Oh, Aldebarán!

Una escena. Ben-Hur pide a Ilderim que le muestre sus caballos: «Es necesario que me familiarice con tus caballos árabes. Debo conocerlos por los nombres, ¡oh jeque!, para poder dirigirme a cada uno por separado; no menos importante es que conozca sus temperamentos pues con los caballos sucede igual que con los hombres, si son demasiado arrojados, es necesario reprenderles, y si son tímidos, convienen las alabanzas y las lisonjas». Ilderim hace traer los caballos, y cuando Ben-Hur le pregunta por qué tienen todos ellos nombres de estrellas, Ilderim replica: ¿Alguna vez te has encontrado de noche en medio del desierto? Ante la negativa de Ben-Hur, Ilderim continúa: «Entonces no podrías entender hasta qué punto los árabes dependemos de las estrellas. En señal de gratitud tomamos prestados sus nombres, y los otorgamos con gran amor. […] Todos mis antepasados tuvieron alguna yegua que llevara por nombre Mira. También sus hijos tienen nombres de estrella. Este de aquí es Riegl, y ese otro es Antares; aquél es Altair y aquel otro Aldebarán, el más joven de los cuatro, pero no por ello el peor… ¡Por cierto que no! Aún corriendo contra el viento podría llevarte a toda velocidad, hasta que sientas rugir el aire en tus oídos con la fuerza de un ciclón; y podría llevarte hasta donde quisieras, hijo de Arrio…, ¡ah, te llevaría hasta las fauces abiertas de un león, si a tanto te atrevieras!».

Más información

En la voz de wikipedia [4] se detalla el argumento pero también se dan datos sobre los motivos que tuvo el autor para escribirla y se indican algunas curiosas influencias en su composición.

Vale la pena conocer también la extraordinaria edición ilustrada por William Martin Johnson [5]: la española que se menciona en los datos editoriales o la norteamericana que se puede consultar en la red.