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BALLANTYNE, Robert Michael

La isla de coral es una obra que resume las cualidades de muchas novelas juveniles de aventuras: sus protagonistas realizan un viaje a un sitio desconocido en el que deben «fabricarse» un mundo nuevo, y a lo largo de la narración se van perfilando con nitidez sus psicologías. Así, Jack es el líder hábil y valiente; Ralph es el filósofo, soñador, muy religioso por educación y por convicción; y Peterkin es el crío simpático que «no desperdiciaba ocasión, por inoportuna que fuese, para gastar una broma». Luego, aunque las descripciones de la naturaleza que contiene son parecidas a las de otras novelas robinsonianas, su realismo es mayor pues no en vano el autor vivió periodos de su vida con guardabosques y montañeros. Además, al analizar los comportamientos humanos añade matices realistas que son infrecuentes en novelas semejantes de la época. Así, Bill el Sanguinario, comenta con Ralph los errores de juicio que cometen muchos: «Siempre hay gente de corazón tierno que no quiere enterarse de cosas desagradables, porque hieren sus sentimientos, porque los horrorizan, como ellos dicen, y en cuanto se les cuenta algo espantoso, se tapan los oídos diciendo: “¡Oh, eso es horrible! ¡No puedo creerlo!”. Y dicen la verdad. No pueden creerlo porque no desean creerlo». Eso sí, como el autor no conoció de primera mano los mares del Sur en los que se desarrolla la novela, también comete algunos errores de bulto. En cualquier caso, con ocasión y sin ella, Ballantyne explicará cualquier aspecto de la fauna, la flora y el paisaje que considere interesante: «Y ya que he hablado de las mareas, voy a describir también otro fenómeno natural curioso»…

En sus libros últimos Ballantyne caerá en excesos de sentimentalismo y de piedad religiosa, e insistirá en planteamientos que glorifican demasiado un comportamiento valeroso que casi no acepta ninguna debilidad. No es así en The Dog Crusoe, uno de sus mejores relatos que, además, es uno de los primeros, o el primero, con un perro como protagonista. Su narración tiene lugar en una Norteamérica donde se inician los contactos entre blancos e indios con distinta suerte: a veces se firman tratados de paz y, a veces, no… Se da mucha información de todo tipo y se contienen muchas excelentes descripciones de ambientes y de animales. Desde luego, quedan de manifiesto las grandes cualidades humanas de Dick y sus amigos, igual que su enorme destreza para toda clase de actividades.

Los mares del Sur

Entre los novelistas de aventuras del XIX es un lugar común situar el desarrollo de sus historias en los mares del Sur. Al principio de su relato, Ralph dirá que «de todos los lugares de los que me hablaban, ninguno cautivaba tanto mi imaginación como las islas de coral de los mares del Sur. Me hablaban de millares de bellísimas y fértiles islas que habían sido formadas por colonias inmensas de coral, donde reinaba el verano casi todo el año, donde los árboles estaban perpetuamente cargados de frutos, donde el clima era delicioso, y donde, aunque parezca extraño, los hombres eran sanguinarios, salvajes, excepto en aquellas islas privilegiadas en las que había sido anunciado el Evangelio».