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BUSCH, Wilhelm

El recurso con el que termina Max y Moritz, de convertir el castigo cruel en un chiste, será habitual en los cómics y los dibujos animados posteriores, de los que Busch es uno de los más insignes predecesores. Hearst, el magnate de la prensa norteamericana en cuyos periódicos nacieron los cómic, leyó Max y Moritz en sus años jóvenes y pidió personajes parecidos a sus dibujantes. Además, Busch fue un autor muy traducido y su difusión en Norteamérica a finales del siglo XIX lo convirtió en el modelo de los primeros dibujantes de cómic. Y, en efecto, está justificado considerarlo el autor de la primera historieta en imágenes, tal como hoy las entendemos. Los dibujos de Busch complementan el texto y a veces lo transforman, pues revelan la contradicción entre lo que se dice y lo que de verdad se piensa, e incluso desmienten la moraleja que se formula. La secuencia de imágenes tiene ritmo y en los episodios abundan los golpes humorísticos de tinte surrealista, tan propios del cómic de humor. Busch no emplea globos pero cuenta la historia con unos versos sencillos y pegadizos que van al pie de cada dibujo.

Entre tanta literatura para niños muy didactista, la obra de Busch supuso un fuerte choque. Max y Moritz abrieron el desfile de chicos díscolos y traviesos que inundarán las historietas de todo el mundo. Sus aventuras fueron criticadas por ser consideradas, con razón, muy poco ejemplares. Pero no lo es menos el comportamiento de los adultos, tan poco interesados en los chicos pues no muestran dolor por su triste final, como si lo importante fuesen el orden y la tranquilidad recobradas. En este y en otros relatos, los finales trágicos denotan la visión pesimista e irónica de la sociedad de su tiempo que tenía el autor. Además, Busch es el predecesor de la literatura cómplice de los niños frente a los adultos, de los argumentos que satirizan los errores pedagógicos, de los relatos tragicómicos basados en las bromas pesadas. Su obra ha pervivido por el ingenio de sus tramas, por la gracia y el ritmo pegadizo de sus versos, por la expresividad de sus ilustraciones, y por ser la primera vez que se presentan con gracia las ocurrencias tontas e incluso malignas de los niños, y a los adultos como las víctimas de las burlas.

Debe ser destacado el mérito de una traducción que intenta conservar la frescura, el sentido, el ritmo y el efecto cómico de los versos pareados consonantes, que son los que Busch usa para que puedan ser retenidos con facilidad por el niño.