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SADAT, Mandana

La ilustradora demuestra tener un gran talento compositivo para los álbumes pues es capaz de abordar con éxito relatos muy distintos entre sí, con armas narrativas y gráficas diferentes cada vez y apropiadas en cada caso a lo que le piden las historias.

En los tres álbumes que se citan las ilustraciones son sintéticas pues van al núcleo de lo que se cuenta, son elegantes pues recurren con generosidad al espacio en blanco, y están bien secuenciadas pues cuentan ordenadamente la historia. Al mismo tiempo no se parecen: una mayoría de lectores no reconocerían a su autora de un álbum a otro. Los dibujos del primer álbum recuerdan los de las alfombras persas, las ilustraciones del segundo son colages coloristas muy económicos, las del tercero combinan las imágenes como logotipos que representan al primer Pablo con las que son como dibujos sucios que representan al segundo. En los tres álbumes se juega con algún tipo de complementariedad: en el primero contando dos historias en una, en el segundo presentando correspondencias entre las ilustraciones del principio y las del final, en el tercero combinando dos estilos de representación según la personalidad de los protagonistas.

Luego, los argumentos están bien. El jardín de Babaï, una palabra que en lenguaje infantil iraní significa corderito, muestra cómo las cosas se dicen distintas según los idiomas y a la vez se complementan entre sí. Tarde de invierno, con un arranque magnífico al pintar el juego infantil de hacer dibujos en el vaho del cristal, habla de las necesidades afectivas de una niña, de cómo para ella todo se transforma y adquiere nuevo brillo cuando la madre entra en casa. El otro Pablo presenta bien una relación de amistad, con equilibradas dosis de simpatía y emoción.

Otras obras: es coautora de El gran libro de los regalos [1], con Nathalie Choux y Rémi Saillard; y autora del álbum La reina de la noche [2], con texto de Pep Molist.