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SEWELL, Anna

Belleza Negra revivió el subgénero de las autobiografías de animales, que había sido popular a finales del XVIII y principios del XIX. Es el único libro de su autora, que lo escribió con intenciones didácticas y morales: quería enseñar el modo en que debían ser tratados los caballos y, por ello, a lo largo del relato quedará claro, por ejemplo, cómo deben ser los establos y qué conviene hacer ante cada problema práctico. Así, Belleza Negra aplaude al cochero que «no se olvidaba de poner el freno en las bajadas, ni de quitarlo cuando ya todo estaba bien. Guiaba nuestros pasos en la parte más fácil del camino; y si la subida era muy inclinada, solía ir como de través para evitar retroceder, y nos dejaba un rato, para darnos un respiro. Todos estos pequeños detalles ayudan mucho al caballo, sobre todo si van acompañados de palabras de aliento». Sewell insistirá en que un caballo es bueno si el amo es bueno: «Un hombre de mal carácter nunca conseguirá un caballo de buen carácter»; y recordará también que «todos seremos juzgados por nuestros actos tanto respecto a los hombres como respecto a los animales».

El estilo narrativo de Sewell, directo y cordial, contribuyó a la enorme difusión de su libro. Pero esto también sucedió porque levantaba banderas que muchos hicieron suyas. Una, el amor a los animales, a cuya «sabiduría intuitiva y certera […] los hombres deben tantas veces su vidas». Otra, el rechazo de la guerra: ante los elogios a la belleza de los caballos en la guerra, un viejo caballo responde «eso es porque nunca la han visto. […] Cuando no hay enemigos es muy hermoso todo. Pero cuando miles de hombres bravos y de caballos son muertos o quedan inválidos para toda la vida, esto cambia por completo la perspectiva». Y otra más, la defensa de algunos derechos de los trabajadores: «Si los trabajadores no conservan su domingo, ya no tendrán nada. Todo hombre y todo animal tienen derecho a tener un día de descanso, según la Ley de Dios y la de Inglaterra».

¿Sabes por qué el mundo en que vivimos es tan malo?

La autora vibra indignada no sólo ante los actos violentos contra los animales, sino también ante la desidia que hace culpable a la ignorancia. Por eso, ante las disculpas de alguien que ha causado un daño al caballo por ignorancia, un personaje salta: «¿Cómo ignorancia? ¿Cómo puedes decir que sólo es ignorancia? ¿No sabes que la peor cosa en el mundo después de la maldad es la ignorancia? Sólo Dios sabe cuál de las dos es la peor. La gente piensa que basta con decir: “¡Oh, yo no sabía! ¡Yo no quería hacer daño!”. Estoy seguro que Martha Mulwash no quería matar a su bebé cuando le atracó de jarabe para la tos, pero la cuestión es que le mató […]. Bill Starkey de seguro que no quería atacar a su hermano cuando se vistió de fantasma para asustarle […] pero el caso es que lo hizo, y al despertar aquel pobre chico […] se volvió medio idiota».

De la misma manera, Sewell insiste también en que la pasividad es injustificable: «¿Sabes por qué el mundo en que vivimos es tan malo? Porque la gente sólo se preocupa de sus propios asuntos». E insiste: «Cuando se está en presencia de un hecho de crueldad o de opresión nos compete a todos».