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SWIFT, Jonathan

Swift está considerado el prosista satírico inglés más importante. Los Viajes de Gulliver es una larga fábula satírico alegórica rebosante de ingenio y humor, construida geométricamente y con una gran riqueza de detalles. Por una parte, al modo en que Cervantes parodió los libros de caballerías, Swift quiso ridiculizar los libros de viajes, tan de moda entonces, atacando su falta de objetividad. Por otra, pretendía realizar una feroz crítica política. De ahí que Gulliver no se convierta en una persona más madura ni transforme la realidad circundante: es un puro observador y narrador. Aunque algunas situaciones concretas no tienen hoy vigencia, conservan su alcance muchas de sus consideraciones sobre la justicia, el poder, la educación, la familia… Swift manifiesta el deseo del triunfo de la virtud, pero todos los defectos humanos son sacados a la luz sin misericordia y siempre acentúa lo negativo, como si el deseo fuera ilusorio: «Estaba yo resuelto a no volver a confiar jamás en príncipes o ministros, siempre que pudiera evitarlo», dice Gulliver al terminar su estancia en Liliput.

El éxito de Gulliver entre los jóvenes obedece, por un lado, a que las actitudes de inconformismo y rebeldía contra una situación injusta son en sí mismas muy juveniles, aparte del tratamiento formal que se le dé: fábula, cuento, etc. A esto ha de unirse la verosimilitud del relato, conseguida gracias al estilo sencillo, el tono impasible, las frases simples y multitud de datos que se presentan como objetivos. Otra razón podría estar en que, al margen de cualquier significado político (sistemas corrompidos por las intrigas y las luchas entre partidos), algunas partes de los Viajes de Gulliver tienen otro nivel de significado interesante para todos, pero también para un chico joven: la relatividad con que pueden ser vistas las cosas que normalmente consideramos importantes, la mezquindad que se oculta detrás de los pequeños intereses cotidianos, la autocomplacencia tonta del hombre…Veinte camareros en la mano

De las cuatro partes de los Viajes de Gulliver, las versiones adaptadas de la primera tuvieron un gran éxito entre los niños. Hay quien sugiere que se debe a los paralelismos entre Gulliver y los liliputienses con un chico y sus soldaditos o con un adulto entre niños… Se comprende bien ante descripciones como ésta: «Para prepararme la comida disponía de trescientos cocineros instalados en unas prácticas casetillas construidas alrededor de mi casa, donde ellos vivían con sus familias y me preparaba dos platos cada uno. Tomaba veinte camareros en la mano y los ponía en la mesa; debajo, en el suelo, otros cien estaban ocupados, unos con fuentes de comida y otros sujetando a hombros barriles de vino y otros licores. Todo esto (según lo iba necesitando) lo izaban los camareros de arriba de manera harto ingeniosa: tirando con cuerdas tal y como hacemos en Europa cuando subimos el cubo de un pozo. Un plato de aquella comida hacía un buen bocado, y un barril de licor un trago aceptable. El cordero es peor que el nuestro pero la carne de vaca es excelente. Yo tengo comido un solomillo tan grande que tuve que partirlo en tres trozos, pero esto es raro».