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SELZNICK, Brian

Libros, que más bien deben ser calificados de novelas gráficas, pues alternan tramos cortos de texto con imágenes que narran los hechos al modo de un storyboard cinematográfico. Con esta forma de construir los relatos el autor consigue: gustar a lectores reticentes, pues los tramos con imágenes que se suceden, según pautas muy cinematográficas, introducen muy rápido en la historia; dejar a los lectores primerizos la satisfacción de haber sido capaces de terminar libros largos (aunque la verdad es que no lo son tanto pues, en el mayor, que es el segundo, aparte de que son 460 las páginas con ilustraciones, en las que contienen la narración con palabras a veces sólo hay dos o tres párrafos); interesar a los jóvenes en la historia, pues entrelazan bien presente y pasado para señalar cómo lo que ocurre hoy tiene sus raíces en lo que sucedió ayer.

La fuerza principal de ambos relatos está en la calidad de los dibujos a carboncillo, de gran calidad y bien secuenciados, que ahorran a los lectores muchas descripciones ambientales que les podrían resultar plúmbeas. El defecto mayor es que la parte literaria no es del todo consistente pues los argumentos son un tanto dickensianos, tanto en los dramas personales que se plantean como en las coincidencias que facilitarán desenlaces felices, y las motivaciones de por qué los personajes actúan de un modo u otro no están del todo claras. En cualquier caso, es apropiado que las ilustraciones sean en blanco y negro, pues esto va de acuerdo con las épocas que se ilustran y comunica un cierto carácter documental a las dos historias.

La invención de Hugo conecta con los sueños de un lector niño-joven de llevar una vida secreta y de tener unas habilidades particulares; recoge la fascinación propia del cine de los comienzos y aviva la curiosidad acerca de los pioneros del cine y, en particular, de Georges Méliès. Maravillas da también información de todo tipo al lector: aspectos de la vida natural, el lenguaje que usan los sordos, el valor y el interés que tienen los museos, etc. La ciudad de Nueva York y el Museo del argumento tienen un gran protagonismo: en este sentido la novela es deudora, pues contiene referencias a ella en los nombres y en los escenarios, de un libro infantil norteamericano muy popular: From the Mixed-Up Files of Mrs. Basil E. Frankweiler [1], de E. L. Konigsburg [2].

Además, una cualidad que conviene subrayar es que ambos relatos han de disfrutarse como libros, pasando las páginas una tras otra; e incluso se podría decir que son libros que hay que disfrutar en papel. Por supuesto, ambas historias se pueden contar de otros modos, pero ni mucho menos tendrán igual impacto emocional que conocerlas tal como han sido construidas, dejándose llevar por el paso de página, teniendo que volver atrás para mirar los detalles, etc.