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SIERRA I FABRA, Jordi

Son muchas las novelas del autor montadas ficcionando un suceso recogido en la prensa o elaborando una trama sobre una cuestión en el candelero. Las indiscutibles cualidades de narrador y de conexión con la mente juvenil de Sierra i Fabra hacen que sus relatos tengan impacto inmediato y tirón popular, incluso aunque su calidad a veces podría ser mayor. Él mismo, cuando hace años le preguntaron por su modo de escribir, declaró: «Escribo de un tirón y ni me lo leo […]. No creo en la perfección, creo en el instinto».

El niño que vivía en las estrellas tiene un inquietante comienzo: «Esta historia está basada en un hecho real. Sucederá mañana». Y como el autor evita luego cualquier digresión superflua el relato es tenso y consigue su objetivo de alertar sobre los peligros que se encierran en el mal uso de las nuevas tecnologías. Al pequeño protagonista se lo presenta como «el primero de una nueva generación de víctimas»: chicos a los que no se maltrata atándolos con una cadena, pero a los que se esclaviza sumergiéndolos en un mundo irreal. De paso, hay una incitación al esfuerzo por forjar un mundo más solidario y un deseo de animar a «esa clase de personas que nunca han tenido un contratiempo» a que se den algún paseo que otro por un hospital…

Querido hijo, estás despedido es un relato efectista en el que se ve la facilidad del autor para componer una narración rápida tomando pie de una noticia muy aireada en su momento: un chico que llevó a sus padres a los tribunales para dejar de ser su hijo puesto que no le trataban como tal… y ganó. También se aprecia su destreza para fabricar una historia bien trabada, que atrapa desde la primera página y avanza rápidamente a base de frases sencillas, diálogos elementales y anécdotas divertidas… Otra cualidad que muestra es su capacidad para ganar el interés de los padres y de los hijos a la vez; los primeros pensarán en este libro como un modo perfecto de que sus hijos se den cuenta de cosas que a ellos les importan; los segundos, además de que no dejarán de leer hasta el final para ver cómo sale del lío su protagonista, se verán retratados en los argumentos que maneja Miguel para justificarse: que si a esta edad no hacemos el tonto cuándo lo haremos, que hay otros que se portan peor… Podrían estar más cuidados algunos aspectos de la redacción: por ejemplo, hablar de chicos «atrapados por el celo impenitente de sus progenitoras», parece una frase impropia del tono de la historia y del punto de vista que se usa para contarla. También la trama de la conspiración alrededor de Miguel se sostiene mal y el lector en todo momento lo percibe: con frecuencia los relatos para primeros lectores no atienden mucho a la coherencia. En otro nivel, de la historia se podría concluir que portarse de un modo u otro sólo está bien o mal según las consecuencias, sean éstas materiales o se refieran a cómo esas actuaciones afectan a los sentimientos de otras personas, tal como le dice a Miguel su amiga.

Kafka y la muñeca viajera tiene un ritmo sincopado, con numerosas frases cortas separadas por puntos y aparte, a veces para marcar el paso del tiempo, a veces para indicar preguntas que se formula Kafka, a veces para realizar una pausa o para repetir algo enfáticamente. Tal vez lo mejor de la historia sea lo bien que se recrean los posibles pensamientos del escritor cuando tiene delante a la niña llorando y cuando va viendo sus reacciones ante lo que le cuenta. Se puede pensar que seguramente la niña, ninguna niña, podría formular tan bien algunas preguntas; que probablemente Kafka no diría ciertas cosas que suenan algo forzadas; que algunas frases más poéticas podrían suprimirse y tensar más la narración, que algunos adjetivos suenan desproporcionados… Pero da igual: la historia engancha como está, el lector avanza deseando saber qué pasará, y el tirón del relato aumenta por lo que tiene de acercamiento humano a un personaje como Kafka, tan poco conocido a pesar de su fama. Añaden valor al libro las cálidas ilustraciones de Pep MONTSERRAT [1], como serigrafías, que atrapan los acentos amables que respira la historia y fijan en la memoria unas escenas que bien pudieron ser así.