- Bienvenidos a la fiesta - https://bienvenidosalafiesta.com -

MATUTE, Ana María

Miguel DELIBES [1] y Ana María Matute fueron los primeros narradores españoles que, durante la posguerra, trataron en torno al mundo infantil, también porque poner al niño en el centro de un relato arroja luces nuevas sobre los comportamientos adultos. En su caso, en buena parte de sus relatos, la escritora catalana lo hace con un tono cálido capaz de devolver a los mayores a una infancia mágicamente recuperada. Trata con frecuencia de niños infelices, a los que siempre deja caminos para la esperanza, y suele presentar de modo convincente unos criterios educativos cuyos ejes principales son siempre el cariño, una disposición atenta a las necesidades afectivas del niño, y la comprensión, el saberse colocar en el lugar del niño. Más que libros para niños son, por tanto, libros sobre niños que también apreciarán los chicos que ya sean buenos lectores.

En El saltamontes verde, Ana María Matute construye, con un lenguaje rico y musical, una parábola cuya protagonista es la palabra: como vehículo de la verdad, del afecto… o de la mentira y del egoísmo. En El polizón del Ulises, un cuento paralelo en muchos aspectos a Marcelino pan y vino [2], la autora habla del mundo imaginativo del niño, y de la fuerza transformadora de la bondad del niño en los adultos. En Paulina, que es como una nueva Heidi [3], vuelve a este último tema, y, a través de los ojos de la protagonista, muestra su sensibilidad social y su amor a la naturaleza. Si Paulina se sentía incomprendida y maltratada por su tutora, pero era una chica equilibrada que sabía «sobrevivir», la protagonista de Sólo un pie descalzo tiene más dificultades para sobrellevar los celos y los sufrimientos interiores que causan la falta de cariño.

Palabras como orugas peludas, voces como cáscaras de avellana

La mirada compasiva de Ana María Matute asoma en este pasaje de El saltamontes verde: «Yungo conocía el lenguaje de las flores, de los pájaros y el viento; un lenguaje mudo, sin voz, como el suyo propio. Pero aquel pequeño saltamontes verde, parecido a una de aquellas resplandecientes ramas del fondo de la charca, le miraba y le hablaba con lenguaje humano, como nunca le mirara ni hablara nadie. Al escuchar la voz de aquella pequeña e insignificante criatura de la tierra, se dio cuenta de que todos los hombres, mujeres y niños le hablaban a él con impaciencia, o con desvío, o con tristeza».

Y unas breves pinceladas sobre las descripciones de las distintas voces que se oyen también en El saltamontes verde pueden dar una idea del cautivador sentido poético de la autora: las palabras del viejo avaro «salían de su boca como orugas peludas, en hilera, mordiéndose la cola»; la voz de alguien que tatareaba una canción «era un manantial pequeño lleno de sol»; las voces de unas mujeres reunidas en la plaza eran «diablillos negros que subían por los tejados y penetraban por las ventanas»; la de una mujer que tenía un niño en brazos era «como cuando se descose la esquina de un saco lleno de grano y escapa el trigo igual que un río de oro»; y también hay voces como «cáscaras de avellana, hierbas secas o piedras redondas que rodaban por el terraplén, hacia el río»; y voces «como una alegre cometa de papel amarillo»…

Otros relatos: Caballito loco, Carnavalito [4].

Un libro de memorias de infancia: El río [5].