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VAN ALLSBURG, Chris

Van Allsburg reproduce con precisión fotográfica los objetos, juega magistralmente con las luces y las sombras, y emplea perspectivas insólitas: nunca enfoca las cosas desde la mirada de los personajes, busca visiones subjetivas, utiliza picados y contrapicados forzados pero eficaces, y consigue involucrar al lector en su juego de borrar los límites entre la realidad y la fantasía para llevarle más allá de lo visible.

Entre los álbumes citados, los que cuentan historias que podríamos llamar convencionales tienen, aparte de la extraordinaria calidad de sus minuciosas y sugerentes ilustraciones, el mérito de ser relatos originales y de no ser meras variantes de otros ya conocidos.

En Jumanji el autor carga el peso en la potencia de las imágenes y opta, en este como en sus demás álbumes, por la sencillez en la composición de texto e ilustraciones a lápiz y carboncillo. Es una historia que se puede poner como ejemplo de cómo algunos relatos, que son por encima de todo grandes ideas, pueden acabar completamente desbordados por los efectos especiales de sus versiones cinematográficas.

Si en Jumanji Van Allsburg opta por el blanco y negro, que da un cierto carácter documental a lo que se cuenta, en El naufragio del Zéfiro apuesta por ilustraciones a pastel, que ocupan siempre la página derecha mientras el texto va en la izquierda, y usa tonos púrpura y luces misteriosas que acentúan la ambigüedad y el clima ensoñador del relato. Aunque la historia es inferior a las otras tres seleccionadas, ilustraciones como la que oculta la luna después de indicar en el texto expresamente «había luna llena» vale todo el álbum.

En El expreso polar, un álbum que permaneció dos años seguidos en las listas de libros más vendidos de The New York Times, se suman unas extraordinarias ilustraciones a pastel con un magnífico texto para transmitir toda la magia que los momentos previos a los regalos de Navidad tienen para los niños. En eso influye la gran adecuación entre las características del argumento, que resalta el sentido de maravilla y fascinación con que vive un niño ciertos acontecimientos, y los rasgos propios de las sugerentes imágenes de Van Allsburg. Y, también, que los acentos autobiográficos dan al argumento una capacidad de convicción de la que otras historias carecen: después de leerlo, es fácil comprender al autor cuando dice que sus libros no son para niños sino para el niño que hay en él.

Y, tanto en el texto como en las imágenes, en La escoba de la viuda se pulsan otras teclas distintas, humor en el planteamiento, inquietud ante las dificultades, satisfacción de la «victoria» final de la viuda y su escoba.

Los misterios de Harris Burdick y The Z Was Zapped: A Play in Twenty-Six Acts son álbumes con otras características pues ninguno cuenta una historia, salvo la que se deriva de la que crea la secuencia de las ilustraciones, y sí pretenden avivar las posibilidades imaginativas de los lectores. Son álbumes con una fuerte veta surrealista dirigidos a lectores ya más expertos, capaces de aceptar los juegos imaginativos o de adivinación que se les proponen y de apreciar la brillantez visual y de diseño de las ilustraciones.

The Z was zapped, en particular, es un álbum-abecedario singular por su montaje posmoderno. «En un primer momento, las letras aparecen con su grafía habitual, pero pronto se las convierte en personajes que actúan sobre un teatro e interactúan con él. Se produce una representación de la propia representación. El álbum se muestra a sí mismo, convirtiendo el espacio papel en escenario y creando paradojas que podemos asociar simbólicamente con la forma de las letras. El estructuralismo inicial de Saussure estableció el dogma de la arbitrariedad del signo, pero aquí, con la personificación, se nos recuerda que unas letras inicialmente convencionales podrían estar más relacionadas de lo que pensamos con la realidad a la que sustituyen» (Cruces de caminos [1]).

Otro álbum: El jardín de Abdul Gasazi [2].