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COLOMA, Luis de

Usando un personaje de la tradición popular, el autor escribió el cuento de Ratón Pérez para el entonces niño Alfonso XII con la intención de inculcarle buenos sentimientos y valores cristianos. En su expedición nocturna, el rey tiene miedo y se acuerda entonces de que «el miedo es natural en el prudente / y el saberlo vencer es ser valiente». Y cuando el pequeño Buby pregunta sorprendido a su madre, la reina regente, «por qué soy yo rey y tengo de todo y ellos son pobres y no tienen de nada», la reina le da esta respuesta: «Porque tú eres el hermano mayor, que eso es ser rey… ¿Lo entiendes, Buby…? Y Dios te ha dado de todo para que cuides de que tus hermanos menores no carezcan de nada»… Como señala José Manuel Pedrosa, en Ratón Pérez saltan a la vista lo mejor y lo peor del estilo de Coloma: «una técnica discursiva verdaderamente impecable, pero lastrada por una cursilería pseudo moralizante que desciende a cotas de indignidad en algunos pasajes —los que forman el núcleo ideológico del cuento, precisamente—, que llegan a disfrazar de falsa, trivial e inoperante caridad la percepción de la pobreza de los demás, a frivolizar a costa del sufrimiento de los desfavorecidos, a consagrar como morales y cristianas distinciones de clase, de recursos, de expectativas de vida y de justicia social, que no lo son».

Juan de Austria (1547-1578) reúne las condiciones de gran héroe propicio a la leyenda: su origen, su condición de vencedor en Lepanto, su muerte temprana. Jeromín es más biografía que novela, pero, a pesar de la profusión de datos históricos se lee con interés. El autor introduce con frecuencia sus propios comentarios que, con mentalidad de hoy, parece que deslucen sus indudables cualidades como novelista, pero que, desde luego, enganchan porque revelan pasión por el personaje y por su entorno. Además, y en contraste con la incoherencia comentada más atrás, se ve que Coloma era certero en muchas de sus críticas a la clase que conocía bien.

El mito más viajero de la historia

En La historia secreta del Ratón Pérez, se indica y documenta que el personaje es «un viajero incansable. Quizás el viajero más mítico o el mito más viajero de la historia. (…) El Ratón Pérez hispano es hermano, o alter-ego, o doble disfrazado —como se quiera—, de la Petite Souris francesa, del topolino italiano, del Ratón del fuego del hogar alemán, escandinavo o ruso, de los ratones de los tejados orientales, haitianos o malgaches, y familiar muy cercano —puede que padre, puede que hermano— de los demás animales (…) y seres sobrenaturales (…) a los que se ofrendan a veces los dientes infantiles al son de conjuros calcados sobre el mismo modelo». Y se muestran sus relaciones con la Tooth Fairy, o Hada de los Dientes, a la que los niños norteamericanos cambian los dientes que se les caen por dinero, dejándolos debajo de las almohadas y previa petición por escrito, costumbre que se documenta por primera vez a partir de 1920 y que se hace popular a partir de 1950.

La corte de Felipe II

Si el estilo de Coloma se ha quedado algo trasnochado, todavía conserva su empuje a la hora de mostrar ambientes y personajes intrigantes. Véase la descripción de la corte de Felipe II:

«Y no era, ciertamente, aquella Corte entonces, ni lo fue nunca, aquella especie de sombrío y austero cenobio que nos presentan los que creen o aparentan creer en el tétrico Felipe II legendario, rodeado de hogueras y potros, inquisidores y frailes.

Ni mucho menos era tampoco aquella unida y religiosísima familia de devotas damiselas, santas dueñas, ancianos venerables y castos pajecitos que se forjan los que pretenden encerrar, de buena fe, las colosales proporciones de Felipe II en los raquíticos moldes de un devoto ñoño.

La Corte de Felipe II de entonces era, indudablemente, la más severa de su tiempo, pero era también la más magnífica, la más suntuosa, y abundaban en ella las diversiones honestas y la galantería caballeresca de buena ley, propia de aquellos tiempos, sin que escaseasen tampoco, como natural consecuencia, las intrigas, los enredos y los escándalos entre damas y galanes, que unas veces reprimía Don Felipe públicamente con mano firme, otras corregía en secreto y no pocas dejaba correr sin darse por entendido, por razones que siempre permanecieron secretas».

Más obras: se pueden ver sus Cuentos para niños [1] en la Biblioteca Virtual Cervantes.