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SPIRIN, Guennadi

En La feria de Sorotschinzy, con un aire a las pinturas de costumbres rústicas de Brueghel el Viejo, Spirin compone un retablo del mundo rural ruso: rudos campesinos, ferias de animales y de productos, paisajes e interiores, tabernas y establos; las ilustraciones están como sobre pergamino, también para crear un aire de ensueño, de un mundo envejecido en tiempos y lugares míticos.

En La nariz, Spirin emplea colores suaves y es minucioso y detallista para recrear ambientes de gran riqueza ornamental. A la vez, carga de simbolismo las ilustraciones y emplea metáforas gráficas que abundan en lo que Gógol quiere transmitir. Las ilustraciones centrales son como cuadros de los personajes, una o dos figuras a lo sumo, en las distintas situaciones; además, el texto va enmarcado en ilustraciones que ofrecen distintas panorámicas de San Petersburgo.

Tampoco Kashtanka, como corresponde a su autor, es un relato infantil al uso: el lector se queda con un realista sabor agridulce al final, que por otra parte desmiente de un modo certero e inteligente tanta literatura sentimental sobre animales.

Sin embargo, la historia de El zar Saltán y la princesa cisne sí es un cuento de hadas super-clásico: la envidia de las hermanas y su castigo final, el remordimiento del zar y la reparación posterior, la valentía del príncipe y la generosidad de la futura princesa…

Esta edición prueba que, a veces, la categoría del trabajo de un ilustrador compensa de sobra la reticencia que pueden suscitar unas versiones adaptadas. Y es que Guennadi Spirin consigue trasladar al lector a los ambientes que describen Gógol [1], Chéjov [2] y Pushkin [3] con unas elegantes y sugerentes composiciones que, además de reflejar bien ambientes y personalidades (campesinos, cortesanos, ciudadanos), potencian los acentos de cada narración: satíricos y burlescos (La feria y La nariz), realistas y melancólicos (Kashtanka), mágicos y maravillosos (El zar Saltán).