Un libro que arranca con una cita de Paulo Coelho [1] hace temer una nueva lección acerca de cómo alcanzar la plenitud en el característico estilo almibarado del popular escritor brasileño. Afortunadamente no es del todo así y La leyenda del Rey Errante es una buena historia en la tradición de los relatos orientales, con un argumento bien trabado, que agarra el interés del lector y tiene momentos excelentes. Por otra parte, es destacable también el sentido de la oportunidad de la escritora para espolvorear aquí y allá sentencias sabias tipo «la naturaleza de un hombre siempre se desvela, aunque crea ocultarla». Sin embargo, sus cualidades narrativas llegarían a cotas más altas sin el lastre de las obviedades vacías tan típicas de los seguidores de Coelho, algo no muy relevante cuando son frases aisladas, pero que chirría en los párrafos largos, como la lección final en la que, se nos dice que por fin Walid «comprendió que a menudo nos encontramos todos en una gran encrucijada, en el momento en el que decidimos qué vamos a hacer en la vida. Comprendió que hay un camino hecho a la medida de cada persona, pero solo el caminante decide si lo recorre o no, y a lo largo de ese camino tiene también muchas oportunidades para abandonarlo. Comprendió que, si el caminante sigue por el camino elegido hasta el final, casi seguro que obtendrá su premio, aunque fuera de ese camino hay muchos otros, y todos llevan a sitios distintos, y algunos al mismo lugar».
Sobre las Memorias de Idhún
La autora tuvo un gran éxito de público con sus MEMORIAS DE IDHÚN [2], una obra de aventuras fantásticas compuesta por La Resistencia (2004), Tríada (2005) y Panteón (2006). En las dos primeras novelas, su argumento es, básicamente, una lucha contra un tirano encabezada por una chica mitad unicornio-mitad humana y dos chicos, que a su vez son mitad dragón-mitad humano y mitad serpiente alada-mitad humano; y en la tercera se descubre que las amenazas permanecen y la lucha continúa. El lanzamiento publicitario y la demanda del mercado potenciaron estos libros por encima de sus méritos. Las indudables dotes narrativas e imaginativas de la escritora quedan aquí deslucidas. Quizá debido a que su inventiva y sus conocimientos librescos son muchos, falta contención en la creación de personajes y ambientes, y el mundo tan fantástico en el que se desarrollan las aventuras no es creíble. La redacción debería estar más pulida: hay sobreabundancia de adjetivos, descripciones poco ajustadas, y muchas frases supuestamente sabias que son artificiosas. El narrador abusa de los tonos didácticos y va dictando al lector qué debe sentir en cada caso. Son excesivas las declaraciones altisonantes de telenovela, por parte del narrador y de los protagonistas; hay un erotismo blando que va en aumento en la segunda y tercera novelas y un planteamiento de las relaciones sexuales entre chicos jóvenes que a muchos les resultará chocante, cuando no muy impropio.