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PUSHKIN, Alexander

Pushkin intentó, con éxito, una renovación de la literatura de su país, buscando una síntesis europeo-rusa, modernizando el lenguaje y emprendiendo libros de variado estilo. Ha pasado a la historia como el poeta ruso por excelencia, pero consiguió destacar en todos los géneros. Obtuvo un gran éxito con cuentos como los indicados, que fueron redactados en verso, a partir de narraciones que le contó al autor su niñera, Arina Rodionóvna, durante su exilio en la aldea de su madre durante los años 1824 y 1825, y puestos por escrito hacia 1830.

Pero si en ese caso el autor intentaba recrear narraciones populares conocidas, La hija del capitán responde a otro propósito. Pushkin veía en Walter SCOTT [1] al maestro de la novela histórica y, siguiendo su línea, escribió novelas históricas románticas exaltando la fidelidad y la valentía pero, contrariamente a Scott, su estilo era sobrio y directo, y daba prioridad al desarrollo rápido de la trama sobre la pintura de los personajes a los que, sin embargo, dota de vigor con pocos trazos.

Así, al encontrarse Piotr con Surin, capitán de un regimiento de húsares, éste se retrata en dos comentarios. Uno, al ofrecerse a enseñarle a jugar al billar: «Es indispensable para los que somos militares. Por ejemplo, llegas en una marcha a un pueblecito. ¿Qué vas a hacer? No va a ser todo pegar a los judíos. Quieras que no, tienes que ir a una hostería a jugar al billar; y para eso hay que saber hacerlo». Otro, cuando se entera del deseo de Piotr de casarse con María Ivanovna, e intenta disuadirle: «Soy un hombre honrado y no quiero engañarte: el matrimonio es una tontería». Para conseguir una mayor claridad expresiva, sus descripciones son escasas y sus frases, breves: «Nos pusimos en marcha. En la ventana de la casa del comandante vi a Shvabrin. Su cara expresaba una ira lúgubre. No quise humillar al enemigo vencido y aparté la mirada». Además, para lanzar el interés del lector hacia delante, el narrador recurre a métodos bien probados: «Y de pronto se me ocurrió una idea; pero cuál era ésta lo verá el lector en el siguiente capítulo, como dicen los novelistas a la antigua».

El comienzo no prometía nada bueno

Una muestra del estilo tenso y diáfano de Pushkin. Estando a punto de ser interrogado por sus relaciones con el jefe rebelde Pugachov, Piotr cuenta los preliminares así: «Llegué a Kazán, devastada y quemada. En las calles, en lugar de casas, había montones de escombros y se levantaban muros ennegrecidos sin tejados ni ventanas. ¡Ésta era la huella de Pugachov! Me llevaron a un fuerte que había quedado indemne en medio de la incendiada ciudad. Los húsares me entregaron al oficial que estaba de guardia. Este mandó llamar al herrero, y el herrero me puso en los pies una cadena y la remachó. Luego me condujeron al calabozo y me dejaron en una celda estrecha y oscura, con las paredes oscuras y una ventanilla enrejada. Este comienzo no prometía nada bueno».

Otros relatos: La dama de pique y [2]Cuentos del difunto Iván Petróvich Belkin [2].