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POTOK, Chaim

Poderosísimas novelas narradas de un modo pausado pero cargado de tensión.

Las dos primeras comparten personajes y forman una unidad. En ellas, contra el telón de fondo los sufrimientos de los judíos durante la segunda Guerra Mundial y la lucha política y diplomática posterior con vistas a conseguir el establecimiento del estado de Israel, Potok pinta viva y minuciosamente los distintos ambientes, hace claras y amenas las descripciones de discusiones rabínicas, e integra bien las necesarias explicaciones de historia del pueblo judío.

Su atractivo principal está en la fuerte personalidad de los protagonistas. Los dos chicos tienen una gran inteligencia, volcada la de Reuven sobre las matemáticas y la de Danny sobre la medicina y la psicología. Y los dos padres tienen talantes muy distintos pero una dureza diamantina en algunos temas: el padre de Reuven es un sionista convencido, culto y ponderado pero muy exigente con su hijo en ciertas ocasiones, y el de Danny es un hombre íntegro y sabio pero rígidamente religioso hasta el punto del fanatismo. En la primera novela se van entretejiendo las relaciones ente los cuatro hasta desembocar en una intensa escena final en la que se da una explicación al extraño comportamiento de Reb Saunders: por qué desde hace años no habla nunca con su hijo mayor excepto para comentar el Talmud. En la segunda, ese particular modo de tratar con alguien a través del silencio resulta ser una terapia que Danny debe aplicar con un paciente concreto.

Entre las muchas cosas de las que tratan ambas novelas, a primera vista destaca el «perplejo dolor» de unos padres que deben ayudar a sus hijos pero respetando sus personalidades, del sufrimiento interior de unos hijos que deben hacer caso a sus padres y a la vez seguir su propio camino. También es relevante la progresiva comprensión que adquieren los jóvenes de que, como dice a Reuven su padre, «las cosas más importantes que te suceden serán con frecuencia resultado de cosas estúpidas, como tú las llamas… “Acontecimientos ordinarios” sería una expresión más adecuada. Así está hecho el mundo». Es decir, le aclara su padre más tarde, que «un hombre debe colmar su vida de significado, ya que la vida no recibe automáticamente ese significado».

En Mi nombre es Asher Lev, están en juego los mismos temas: dificultades en las relaciones entre padres e hijo, responsabilidad de lo que significa pertenecer al pueblo judío, confrontación entre tradiciones diferentes, conciencia del protagonista de que posee un don concedido por Dios y desgarro cuando ve que, al ponerlo en práctica, no sólo no es comprendido sino que causa sufrimiento en quienes más quiere…

Choques entre tradición y modernidad

Lo más llamativo de las novelas de Potok es que, frente al modo en que muchos literatos norteamericanos de origen judío han ido dando cuenta de la descomposición de sus ambientes y creencias de origen, él ha elegido novelar los choques culturales entre las tradiciones de su pueblo y el pensamiento del siglo XX de un modo inusual: pintando unos personajes en todo momento fieles y coherentes, mostrando con honradez sus dudas y conflictos interiores, intentando dar razón de los porqués de sus elecciones y comportamientos. Según explicaciones del propio autor, el núcleo intelectual del primer relato es el modo en el que Danny absorbe las investigaciones de Freud y les saca partido aunque no esté de acuerdo con muchas cosas. El del segundo es cómo Reuven aplica el método histórico-crítico para una mejor interpretación del Talmud, aunque ciertamente dé un salto en el vacío cuando luego niega su validez en el caso de la Torá. El del tercero es el intento del protagonista de introducir las nuevas corrientes del arte moderno en el mundo judío.

Otro libro: El arpa de Davita [1].