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SÁNCHEZ MAZAS, Rafael

Se puede decir que Pequeñas memorias de Tarín viene a ser como un esbozo de La vida nueva de Pedrito de Andía. A pesar de que sus episodios fueron redactados cuando el autor era muy joven, su prosa es magnífica y sus acentos son nostálgicos. En ellos hay una clara voluntad de reflejar el mundo interior del protagonista pero el autor no tiene la intención de construir un argumento como en la segunda novela.

En esta se plasma perfectamente la psicología del protagonista-narrador, sus ideales románticos y nobles, sus deseos de amor y de heroísmo, su carácter impulsivo y generoso, y unos sentimientos a flor de piel. Pedrito es un chico de clase alta, con una educación de gran nivel cultural que asoma en las referencias a los clásicos latinos que traduce, pero que usa un lenguaje espontáneo y coloquial, expresivo cuando reproduce fielmente modos de hablar castellanos y vascos, y apropiado también para realizar magníficas descripciones de la naturaleza. El sentido del humor brota de las situaciones, de las reacciones de furia hispánica de Pedrito, y de golpes como la referencia al profesor de música que, como tiene dos dedos de más, utiliza una flauta especial, «con dos agujeros más de los corrientes».

Son frecuentes las digresiones que, aunque podrían cansar a los acostumbrados a un modo de narrar más lineal, por su calidad literaria y el atractivo de los personajes, logran «detener» el interés del lector. La historia muestra cómo los hijos se fijan y juzgan los contrastes entre lo que dicen y lo que hacen los mayores. A pesar de las incoherencias que ve, Pedrito puede conservar su idealismo intacto gracias a un amigo y confidente fiel que no aparece más que como destinatario de sus cartas, porque tiene adultos que le sirven de referencia como su tío Ricardo y el padre de Isabel, y, sobre todo, porque puede acudir al padre Cornejo, un viejo profesor jesuita, comprensivo pero exigente cuando hace falta.

La mejor novela de amor juvenil

Sin embargo, el tema de La vida nueva de Pedrito de Andía es el amor juvenil. Sánchez Mazas dirige todos los sucesos a un reencuentro entre Isabel y Pedrito en «la Puerta Secreta», un esperado final feliz donde las inquietudes se calman, y Pedrito recuerda sus sentimientos confusos de antes, cuando «siempre esperaba más, más, más, sin saber qué sería». Me atrevo a decir que Sánchez Mazas consiguió, con esta novela, un grandísimo relato sobre amor juvenil, quizá el mejor, porque, con una calidad literaria excepcional, presenta las cosas con un idealismo que no deforma y un realismo que no animaliza, porque no cae en planteamientos de dominio ni en actitudes empalagosas, y porque transmite al lector algo de la grandeza de un amor joven no manchado por ninguna infidelidad. Y a quien no lo sepa por experiencia propia, su lectura le puede hacer entender por qué C. S. LEWIS [1] habla de cómo el amor nos da una «creciente consciencia de nuestra inconsciencia, hasta sentirnos como quien está junto a una gran catarata y no oye ningún ruido, o como el hombre del cuento que se mira en el espejo y no encuentra en él ningún rostro, o como un hombre que en sueños tiende su mano hacia objetos visibles y no obtiene ninguna sensación táctil. Saber que uno está soñando es no estar completamente dormido».

Nota: La cita de C. S. Lewis está tomada de Los cuatro amores [2] (The Four Loves, 1960). Madrid: Rialp, 2005, 10ª impr.; 160 pp.; col. literaria; trad. de Pedro Antonio Urbina; ISBN: 84-321-2749-3.