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TOLSTOI, León

Infancia, adolescencia, juventud es un cuadro costumbrista del mundo en el que vivió el joven Tolstoi con no pocos recuerdos autobiográficos pero también con personajes de su invención. En él aparecen una madre tierna, un padre frívolo, el brillante hermano mayor Volodia, la hermana inocente y sentimental Liuba, de andares de pato, la enérgica y dominante abuela; y parientes, compañeros de juegos infantiles y juveniles, amistades familiares, sirvientes… Pero, sobre todo, Tolstoi realiza una disección del mundo interior del niño y joven que fue, añadiendo a las reacciones interiores de aquel tiempo los juicios del hombre que las cuenta hoy. Acentos de ternura en el recuerdo de su madre; desazón al dar cuenta del poco ejemplar comportamiento del padre en distintos episodios; humillaciones a compañeros de juego que le hacen exclamar: «Hoy no comprendo como pude comportarme tan despiadadamente»; inclinación a decir falsedades con «el vanidoso empeño en parecer mejor de lo que era»; sentimientos juveniles esperanzados en «una dicha desmesurada, tan inmensa que rayaba en lo imposible»; deseos y propósitos de bondad que, ante las dificultades, se disipan como el humo y le llevan a «una completa desconfianza hacia mis ejemplares inclinaciones»; admiración ante figuras como la institutriz, Natashka: «Jamás hablaba de sí misma, y casi me atrevería a afirmar que ni siquiera pensaba en ella. Su vida era una mezcla de sacrificio y amor. De tal modo me había familiarizado con aquel dulce y desinteresado cariño, que me parecía una cosa natural».

La muerte de Ivan Ilich es un estudio psicológico del protagonista y un estudio sociológico de la burguesía de la época. En la cercanía de la muerte, Iván Ilich adquiere claridad de juicio y la conciencia de ser un juez juzgado. El narrador señala cómo sus sufrimientos morales, más atroces que los físicos, surgen cuando compara su vida con la de su bondadoso cuidador Gerasim. Entonces su mente se abre a lo que hasta entonces le parecía imposible: «a saber, que no había vivido su vida como la debía haber vivido», que haber buscado siempre lo que la gente de alta posición social consideraba bueno podía ser falso, que su carrera y su estilo de vida «podía haber sido fraudulento». Y cuando trata de defenderse ante su propia conciencia, se da cuenta de la debilidad de su posición y, por fin, reconoce que «no había nada que defender».

Hadyi Murad, una de las obras más tardías de Tolstoi, tiene también la doble característica de ser un estudio etnológico y sociológico por un lado, y un examen de conciencia por otro. Se reflejan aspectos costumbristas de la vida en la montaña y del comportamiento de los soldados del frente; se muestra toda la mezquindad y cortedad con que actúan los poderosos no importa de qué bando; se asiste al conflicto interior de un protagonista que tampoco es inocente pero que decide jugarse a una sola carta la salvación de su familia. Es genial el arranque del relato: en un paseo por el campo el narrador recoge un cardo tártaro después de arrancarle las fibras durante casi cinco minutos; cuando al fin lo consigue, entre las manos tiene un tallo desecho y una flor que «había sido hermosa en su propio lugar», pero que ahora no le resultaba tan fresca ni tan hermosa, y la tira. Sin embargo, piensa para sí, «¡qué energía, qué potencia vital! (…) ¡Cómo se defendía y cuán cara ha vendido su vida!»

La fábula del cuerpo a cuerpo

La maestría de Tolstoi para las descripciones y la penetración psicológica puede admirarse, una vez más, en esta escena marginal de Hadyi Murad que se desarrolla en el campamento del ejército ruso.

«Los oficiales charlaban animadamente acerca de la última noticia: la muerte del general Sleptsov. Ninguno de ellos veía en esa muerte el supremo momento de la vida, o sea, su acabamiento y el retorno a su origen. Sólo veían el arrojo de un valiente oficial que, sable en mano, se había lanzado contra los montañeses y luchado encarnizadamente con ellos. Todos los presentes, y en especial los que habían participado en batallas de esa índole, sabían, o podían saber, que en una guerra como la de entonces en el Cáucaso —mejor dicho, en una guerra cualquiera o en cualquier parte— no se luchaba cuerpo a cuerpo sable en mano, como de ordinario se supone y se describe y que si se utiliza el sable o la bayoneta es para aniquilar a los que huyen. Sin embargo, todos ellos aceptaban la fábula del cuerpo a cuerpo y derivaban de ella un orgullo apacible y gozoso, y, sentados en los tambores, unos en postura de héroes, otros por el contrario en actitud sumamente modesta, fumaban, bebían, bromeaban, sin preocuparse de la muerte que, como en el caso de Selptsov, podía sobrevenirle a cualquiera de ellos en el momento menos pensado. Y, en efecto, como para confirmar su espera de algún acontecimiento, en medio de su coloquio se oyó a la izquierda del camino el agradable sonido, seco y agudo, de un tiro de carabina, y una bala cruzó el aire brumoso silbando alegremente y fue a hundirse en un árbol.»

Cuentos con enseñanzas

Con un claro afán moralista, en sus cuentos Tolstoi desea inculcar actitudes vitales que le parecen básicas. Como en Iván el tonto, en El zar y la camisa vuelve a insistir en el desprendimiento como clave para la felicidad. En Ilías ilustra cómo la preocupación por las riquezas puede amargar la vida y, en cambio, servir a otros puede ser una fuente de paz. En El campesino y los patos se presenta un campesino pobre que se gana la voluntad del amo con pillería. En El ciego, a un personaje que lleva linterna para que otros no tropiecen con él. El perro muerto es una historia en la que aparece Jesucristo descubriendo belleza donde nadie la había visto antes. El manantial, una propuesta de practicar el bien en todo momento, sin esperar agradecimiento ni recompensa.

En algunos cuentos se dan lecciones expresas para niños. En Las ciruelas, acerca de la sinceridad en la familia. Los melocotones es un elogio de la generosidad. En Un viejo caballo se critica la crueldad con los animales. Padre e hijos muestra cómo la unión hace la fuerza. En Un mentiroso se cuenta una vez más la historia del pastor que repite la broma de que viene el lobo.

Hay nuevas versiones de cuentos clásicos como Lipüniushka, semejante al Pulgarcito [1] que contó Charles PERRAULT [2]. También El abuelo y su nieto es el cuento de los GRIMM [3] acerca de la piedad hacia los mayores. El campesino y el espíritu de las Aguas trata sobre un hombre generoso premiado y de uno codicioso castigado.

Antiguas e instructivas fábulas son La ardilla y el lobo donde se habla de cómo la maldad quema el corazón. El león y el perrito es un relato de amistad. El zorro y el urogallo ilustra sobre la imposible amistad entre algunos animales. El lobo y el perro es una elección de la libertad frente a la seguridad. El ratón y la rata campestre, otra elección de la vida más pobre pero sin agobios frente a una vida con más riquezas pero con miedo. Los ratones y el gato, o el viejo dilema de quién pone el cascabel al gato. La zorra y la grulla muestra una rivalidad en agudeza y mala idea. El erizo y la liebre es un caso más en que la pillería vence a la irreflexión. En Una fiera terrible una madre ratona da una lección de realismo a su hijo.

Otro cuento famoso de Tolstoi que ha sido publicado muchas veces ilustrado por distintos autores es ¿Cuánta tierra necesita un hombre? [4]