Unos párrafos del capítulo VII de Confesiones de un pecador original, de John Lukacs:
—«Lo que no podía prever, hasta hace poco, es la perspectiva de algo sombrío: el fin de la Edad del Libro. Desde hace tiempo sé que el capítulo de la Edad Moderna, el gran capítulo de la civilización occidental que comenzó hace unos quinientos años, está a punto de cerrarse. La invención de la imprenta fue una de sus primeras características. Se desarrolló junto con el renacimiento del aprendizaje (término utilizado durante mucho tiempo en Inglaterra para referirse al Renacimiento. En 1520 había más personas en Europa Occidental que sabían leer griego y latín que en 1320). Pero solo en los últimos veinte años, más o menos, he empezado a ver cómo el hábito de leer libros, ahora en rápido declive, no es un fenómeno transitorio o superficial. En Estados Unidos he tenido la oportunidad de observar de cerca cómo ha cambiado la educación de los jóvenes: un cambio en su imaginación, que ahora tiende más hacia lo pictórico que hacia lo verbal. La televisión y el cine, por supuesto, han contribuido a esta evolución, aunque comenzó antes de la era televisiva. Las pruebas de este cambio están a nuestro alrededor. No se trata solo de hábitos; afectan al propio funcionamiento mental de las personas».
—«Vemos a diario como desaparecen las librerías. Muchas de las que existen en la actualidad no cumplen con su función de librería. Muchas no tienen stock (ni pedidos) de libros que no se produzcan en grandes cantidades. Al mismo tiempo, las bibliotecas estadounidenses tienen cada vez menos visitantes, aunque no debido a la falta de libros, sino a la falta de interés de las personas. Temo que, tarde o temprano, la disminución en el número de visitantes llevará a una reducción en la adquisición de nuevos libros. Es curioso —o quizás no tanto— que esto esté ocurriendo en un momento en que la «educación» se ha vuelto verdaderamente universal: cuatro de cada diez estudiantes estadounidenses de secundaria asisten a la universidad y dedican al menos veinte años de su vida a la educación formal».
—«Hay reconocidos idiotas que proclaman esta avalancha de las comunicaciones como la ‘explosión del conocimiento’. Creo que debo aclarar esta idea. Lo que sigue avanzando es la tecnología —la masa y la velocidad— de las comunicaciones. Lo que debemos comprender es la diferencia entre las transmisiones mecánicas y las auténticas comunicaciones humanas; entre la velocidad de las comunicaciones y la lentitud del movimiento de las ideas; entre la disponibilidad de las comunicaciones a distancia (es decir, las telecomunicaciones) y el deterioro de la receptividad de las mentes».
—«En una democracia hablan cada vez más personas. En una sociedad burocrática, cada vez menos gente escucha. El resultado es la creciente institucionalización de la ignorancia, con fatídicas consecuencias mucho más allá del mundo del aprendizaje. Como escribió una vez Christopher Dawson: «cuanto más ignorantes son los hombres, más inevitable es su destino»».
—«Nos enfrentamos a una situación sin precedentes en la historia de Occidente. No solo la gente común ha perdido tiempo e interés por la lectura, sino que muchos académicos también lo han hecho. Es natural que quienes no leen no escriban. Lo que no es natural es que ahora tengamos numerosos expertos profesionales que leen poco pero escriben mucho, en un esfuerzo por reforzar su estatus profesional».
John Lukacs. Confesiones de un pecador original (Confessions of an Original Sinner, 1990). Madrid: Encuentro, 2024; 376 pp.; col. Nuevo Ensayo; trad. y prólogo de Santiago de Navascués; ISBN: 978-8413392097. [Vista del libro en amazon.es]